24.9.09

Derramaba lisura y a su paso dejaba...

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

... aromas de mistura que en el pecho llevaba.

Ollanta Humala se fue a Espinar, Cusco –la tierra de la madre de Alan García–, y lanzó su ataque: “No escapé a Japón, como el cabrón de Fujimori, ni me fui a Colombia, como el cabrón de García”.

Cabrón tiene varias definiciones, desde “hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente”, hasta “rufián que trafica con prostitutas”. Ninguna es halago y suena mal cuando se dirige contra quien, según el artículo 110 de la Constitución, “personifica a la nación”, algo de significado poco claro.

La política peruana se ha degradado hace tiempo de muchas formas. Una –que no es la única ni la peor– es el insulto al por mayor, la ofensa al granel y el agravio por gruesa. Lo usan hasta los políticos y sus periodistas afiliados que andan molestos por el exabrupto condenable de Humala, y le han dado el vuelto con insultos de calibre similar como el de cachaco mediocre.

Imposible olvidar el célebre hijo de puta de Hernando de Soto a Mario Vargas Llosa: los dos peruanos con más prestigio internacional en lío de callejón, pero la moda sigue: Pedro Pablo Kuczynski quiere ser presidente para combatir cojudeces.

El ciudadano de a pie también anda así. Ayer, por ejemplo, después de entrevistar a Humala en RPP, un lector de la web de La República comentó que le parecía inapropiado que yo lo llamara ‘comandante’. Lo que ocurre, respondí, es que, al margen de si me cae bien o mal, al entrevistado siempre lo llamo por su cargo –congresista, general, ingeniero– y nunca le digo ¡cabrón! En general, se ve mal al que anda –en política o en periodismo– como rufián alocado que insulta a todos con los que discrepa.
Volviendo a Espinar, ¿Humala se fue de boca o ha ingresado a una fase de choque? Como él ratificó ayer su agravio, parece que estamos dentro de una estrategia tipo ‘deschave’ –como tituló ayer este diario– pero en el estilo Hugo Chávez.

Desde dicha perspectiva, Humala buscaría radicalizar su candidatura en forma y fondo, lo cual lo ayudaría a entrar a la segunda vuelta del 2011 pero, una vez ahí, sería el mejor postulante a ‘mal mayor’ y volvería a perder la elección.

La lisura oportuna, bien dicha y en el lugar correcto siempre es motivo de celebración. El insulto, en cambio, con frecuencia daña al que lo lanza y beneficia al que lo recibe. En el caso del cabrón reciente lanzado en Espinar es obvio que ganó García y perdió Humala, pero en el de Alberto Fujimori me queda la duda de ¿qué se puede decir de un jefe de Estado que no tuvo la hombría de dar la cara, escapó a Japón e innovó en la historia universal de la infamia enviando su renuncia por fax?

LA REPUBLICA

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