30.1.10

Emergencia por lluvias

El Perú enfrenta un embate más de su agreste naturaleza. No es la primera vez ni será la última pero subsiste la sensación de que, año a año, repetimos las mismas imprevisiones y los mismos errores, como si no aprendiéramos la lección.


El Sur andino, especialmente Cusco, soporta en estos momentos una inusual e intensa temporada de lluvias. Estamos acostumbrados a que por estas fechas se inicien las precipitaciones pluviales y nos hemos preparado para recibirlas, pero no lo hemos hecho –y ahí está el detalle que debemos valorar– para un comienzo impetuoso de la temporada. Es allí donde nuestra capacidad se desborda y nuestra respuesta parece débil.

Declarar en emergencia a las localidades inundadas es una medida necesaria pero, sin duda, no basta, porque a la declaratoria deben seguirle acciones concretas. Una de ellas, la principal, es que el sistema de defensa civil que opera a nivel nacional, regional y local responda no sólo asignando tareas sino supervisando su ejecución efectiva. Otro aspecto crucial es la coordinación de los esfuerzos multisectoriales. Muchas veces el problema no es falta de recursos –sean éstos humanos o materiales– sino su adecuada distribución en el momento oportuno. Ni más ni menos de los necesarios. Eso es lo que está faltando en la presente coyuntura lluviosa en el sur del país. Muchas manos, muchas visitas pero pocas apuntando realmente a donde se debería apuntar para resolver apremios urgentes de las poblaciones damnificadas.

Somos un país con una geografía muy accidentada, lo que nos obliga a tener y mantener una cultura de prevención en todos los aspectos. Lo reclamamos y nos lo reclaman pero a la postre no logramos adelantarnos a los acontecimientos. Y en el tema de desastres naturales esto es clave y eso se demuestra por la experiencia. Además, esa condición nos impulsa a trabajar en planes, sólo que no ponemos el mismo celo en llevarlos a la práctica en el momento apropiado. Sólo para mencionar uno de estos documentos, importante y amplio, citemos el caso del Compendio Estadístico de Prevención y Atención de Desastres 2008, elaborado por el Instituto Nacional de Defensa Civil, que presenta las emergencias ocurridas en ese año a nivel nacional, clasificadas por departamento, mes y tipo de fenómeno, así como las acciones desarrolladas al respecto.

Tenemos, por tanto y a la luz de nuestras recurrentes desgracias naturales, un compromiso con el proceso de reducción de riesgos de desastres que debe constituir un permanente proyecto nacional. Recordarlo en momentos en que nos enfrentamos a una emergencia es oportuno y necesario, para hacer una gestión de riesgos eficiente que signifique prevenir los desastres y sus consecuencias en la vida y los bienes; llegar, cuando éstos se produzcan, con auxilio efectivo a quienes lo necesitan, y lograr una reconstrucción rápida y participativa de todo lo dañado.



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