23.1.10

Para que escuches, Alan

César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com


La sonora silbatina brindada ayer por el pueblo boliviano a Yehude Simon en La Paz tenía en verdad dos destinatarios: Simon mismo y el presidente Alan García.

El ex presidente del Consejo de Ministros del Perú tiene fama continental como propiciador y cómplice de la política contraria a los indígenas amazónicos, política que condujo a la tragedia de Bagua.

Por su parte, García es detestado por las organizaciones indígenas de nuestra América por su entreguismo incondicional a las transnacionales que buscan apoderarse de la Amazonía pisoteando derechos nacionales y de los nativos. El escrito “El síndrome del perro del hortelano” lo exhibe sin tapujos.

La sonora pifia contra Simon refleja asimismo la creciente brecha que el régimen aprista ha abierto entre nuestros dos países. Era de por sí un acto hostil enviar como representante al acto de inauguración del segundo mandato presidencial de Evo Morales a un político desacreditado y que, además, desde el punto de vista de la diplomacia, es un don nadie.

En esta columna hemos denunciado, desde el inicio, la política internacional de García, que conduce al aislamiento del Perú y le hace el juego a la geopolítica estadounidense. En Washington, particularmente en el Pentágono, temen la amistad del Perú y Bolivia, países nucleares de Sudamérica.

García lo sabe, y por eso se esfuerza por complacer la voluntad del imperio, tan favorable a Chile a partir de la guerra del Pacífico.

El deterioro de los vínculos con un país tan ligado al nuestro se puede medir por este hecho: en enero de 2006, cuando Evo Morales asumió por primera vez la presidencia de Bolivia, quien representó al Perú en la ceremonia fue el presidente de la República Alejandro Toledo.

El delegar ese papel ahora en Yehude Simon fue a la vez una torpeza y una provocación.

Muy merecido el papelón de Simon, quien tuvo que hacer un teatral mutis por el foro y retirarse de una ceremonia en la que estaban la presidenta de Chile, Michelle Bachelet; el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y los jefes de Estado de Venezuela, Ecuador y Paraguay.

Resulta revelador que un partido que se decía no sólo antiimperialista, sino también promotor de la unidad latinoamericana, socave esa unidad y se alinee en un frente contrario a los intereses y la seguridad nacional.

Ante el fracaso estrepitoso de esa conducta, en el Congreso de la República se debería plantear un debate sobre el panorama hemisférico y una interpelación al ministro de Relaciones Exteriores, José Antonio García Belaunde. El episodio Yehude Simon debe ser colocado en el contexto de toda la política exterior del régimen.

La política internacional del país es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos del canciller –y del presidente–.


LA PRIMERA

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