30.1.10

¿Hasta cuándo la corrupción en la PNP?

Con el inminente arribo del director general de la Policía Nacional del Perú (DIRGEN) se avivan inmediatamente los grandes temas sin resolver. Muchos dirán ¡no importa quién llegue!, pero si es vital que él oiga y castigue -con el mismo látigo- a los de arriba y a los de abajo, de lo contrario, el pueblo seguirá optando por el camino equivocado de hacer justicia por su propia mano.

No lo vamos a cansar señor general. No vamos a detallar la corrupción cotidiana, pero sí, permítanos resumir brevemente algunas de ellas: El tráfico de combustible, que a vista y paciencia de los vecinos de Puno y de los grifos que alegremente lucran con la dotación estatal. Nadie quiere dejar esa "mamadera". (El miércoles 20 de enero publicamos parte de este festín y sólo se ha perseguido a los de abajo; un capitán y otros oficiales son los que comandan esta mafia, pero ellos son cubiertos con las colchas de la impunidad).

Los famosos "ranchos", donde los oficiales hacen pingües negocios sin mayor vergüenza. Y de eso como siempre Inspectoría de la XII DIRTEPOL Puno hace la alharaca de investigar, para como siempre "resolver, no resolver". Nadie se explica qué es del destino de los cerca de 20 mil soles mensuales que se le designa sólo a la Comisaría de Puno... Allí funciona el pacto vil de nunca reclamar. El juego podrido de los tickets del rancho a cambio de no extender papeletas de sanción. Hay para más, aunque no lo crea.

Luego, lo que sucede en la Escuela, que hoy por hoy se ha convertido en un reformatorio, donde en vez de instruir, forman fieras hambrientas. Los cadates, al salir a las calles, buscan recuperar lo invertido. Desde allí nace la corrupción imparable.

Este fin de semana hemos visto como la prepotencia y el abuso, quizás en complicidad con el Ministerio Público, ha hecho crisis: Los miembros de la Policía Fiscal de Puno incautaron mercadería que de acuerdo a los documentos sería lícita. La intervención se hizo sin la presencia de un fiscal de Delitos Aduaneros; lo peor es que a vista y paciencia de las propias víctimas se repartieron lo decomisado, haciéndose pasar como fiscales, y cuando se descubrió el entuerto, en forma cómplice, ninguno de los fiscales respondió, ni el encargado de ese despacho ni el jefe del Órgano de Control Interno: uno apagó su celular y el otro no contestó.

Entonces, los puneños se sienten como la carne del sándwich: "apretados" por la corrupta autoridad que debería velar por sus derechos, y a su vez éstos son protegidos por negligentes metidos a ser fiscales, porque algunos jamás litigaron.

Luego nos quejamos cuando la ciudadanos, cansados de todo esto, desprecian al Estado de Derecho y toman las acciones de hecho. Nos espantamos cuando existe mayor cantidad de delincuentes, cuando los que deberían apagar esa plaga, es la que incita, los promueve y protege.

Es hora pues de una decisión política. Nada de nuevos rostros -ni de ladrones con uniforme que años atrás asolaron la región-, sino de políticas concretas y acciones decididas. Se requiere que venga un comando de Inspectoría, pero con un norte definido: Botar a todos los corruptos, no importa que nos quedemos con unos cuantos. ¡Más vale un honrado que mil corruptos! Si cree que somos fatalistas y exagerados, converse con puneños de a pie, con los propios contrabandistas, o con sus hombres de abajo; ellos les dirán cómo se ven obligados a alimentar esa hiena que lastimosamente representa.



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