22.1.10

Sana envidia

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

El final exitoso de la transición postpinochetista en Chile.

Luego de que el presidente Alan García proclamara durante tres años que Chile envidia al Perú, la elección en la que el domingo triunfó Sebastián Piñera constituye un hecho envidiable para cualquier nación latinoamericana por la madurez institucional que proyecta un relevo que significa el final exitoso de la transición postpinochetista.

Chile ha logrado, luego de veinte años de gobiernos de la Concertación iniciados en 1990 –Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet–, un conjunto de éxitos notables que dentro de una década lo pueden convertir en el primer país desarrollado de América Latina.

En el plano económico, es la nación más competitiva de la región, con un crecimiento consistente, elevada integración al comercio global por un gran número de TLCs, multinacionales que incursionan por todos lados y –lo más ‘envidiable’– tener el mejor índice de desarrollo humano del continente.

Junto con avances en las políticas de igualdad de género, protección social, vivienda, salud y deporte –este año ellos sí irán al mundial de Sudáfrica y nosotros quedamos últimos–, la reducción de la pobreza es la mejor expresión de lo logrado por Chile. En 1989 –el último año del gobierno dictatorial de Augusto Pinochet– era de 42% de la población y, dos décadas después, tiene el porcentaje más bajo de la región: 13.2%.

Los gobiernos de la Concertación fueron capaces de montarse en las reformas iniciadas por Pinochet para mejorarlas, superarlas y profundizarlas con creces.

Lo más valioso es que esto se logró en democracia y con un fortalecimiento institucional que permitió que esta elección sea un relevo ordenado en todo sentido: por la culminación de un proceso impecable y sin reclamos a pesar de la llegada apretada; y porque no obstante el paso de la Concertación a Renovación, no se esperan esos virajes traumáticos que caracterizan a las naciones precarias y de poca solidez institucional.

Cuando en estos días se habla del giro de la izquierda a la derecha, me pregunto cuán ‘izquierdistas’ fueron Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, y cuán ‘derechista’ será Piñera. Lo que me parece es que Chile ya dio el salto institucional propio de los países que han encontrado un derrotero consensuado de largo plazo que solo se altera en matices por los cambios de gobierno.

Luego de lo ocurrido el domingo en Chile, pienso que sería magnífico que el presidente García –quien suele hablar tanto de la envidia de la que es ‘víctima’– se esforzara por liderar al país con madurez y responsabilidad para que la próxima elección peruana sea un avance en el fortalecimiento institucional en lugar de armar su propia fiesta con encuestas bamba y el deseo de maniobrar para darse el gusto de demostrar que él puede ser ‘el gran elector’.



LA REPUBLICA

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