24.1.10

La carga de la brigada ligera

En la guerra de Crimea, el apresuramiento con el que se interpretó una instrucción fue una tragedia para seiscientos valientes que cabalgaron al valle de la muerte. En el congreso –y sus aliados en el Gobierno–, nuestra brigada de la ligereza está tratando de forzar para las Fuerzas Armadas un significativo aumento salarial, que el país no puede afrontar sin ofrecer nada a cambio.

Si bien en la carga de caballería original la irresponsabilidad del mando fue matizada por la valentía y galantería de los soldados, en nuestro caso la irresponsabilidad del planteamiento se hizo más evidente por la emboscada legislativa con la que fue aprobado.

Desde hace muchos años el país tiene una reforma pendiente, a la cual todos los gobiernos le temen. La seguridad integral del país –interna y externa– está cada vez peor, pese a que destinamos el 13% del presupuesto para protección.

Sin embargo, en la única amenaza real que tenemos en la actualidad a cargo de la Fuerza Armada –el VRAE– el resultado hasta la fecha es un fracaso. Ello es debido a que se envían reclutas en lugar de comandos experimentados, que son utilizados en la recreación –para dignatarios– de la operación en la embajada japonesa como si fuera un espectáculo.

Asimismo, la inseguridad en todas nuestras ciudades es cada vez más angustiante; sin embargo, se desperdicia guardias en labores administrativas o en servir de choferes a parlamentarios, y no se cuenta con suficientes efectivos para desarrollar una policía vecinal. Es claro que en nuestro país nos faltan policías y nos sobran soldados. Simple y llanamente los contribuyentes nos sentimos estafados por el enorme esfuerzo que realizamos para mantener a la Policía y a los institutos armados.

Por otro lado, todos los ministros de Defensa y del Interior mencionan la necesidad de una reforma cuando son designados, pero al poco tiempo ya se han mimetizado con el personal a su cargo, terminando siempre como una caja de resonancia de demandas salariales para sus respectivas huestes.
En realidad, al margen de si los salarios son o no bajos, el país no puede darse el lujo de aumentarlos sin recibir a cambio la garantía de que se irá hacia una Fuerza Armada más pequeña pero profesional, mejor capacitada y equipada, y, por tanto, eficiente. Ese es el camino que han seguido los ejércitos exitosos del mundo. No podemos seguir en el siglo XIX con el actual esquema de tener un enorme exceso de generales y jefes para comandar a reclutas que no están preparados, menos aún motivados.

Vale la pena recordar que en el gobierno anterior se duplicó el sueldo de los maestros sin exigirles absolutamente nada por ello, perdiendo así una brillante oportunidad para iniciar una reforma educativa y desperdiciando, de paso, a otra generación de peruanos condenados a seguir recibiendo una pésima educación. Sería absurdo repetir nuevamente tan costoso error en este caso con la Fuerza Armada. Cualquier aumento de sueldo tiene que ir atado a un proceso de reforma integral, caso contrario estaríamos despilfarrando el dinero de los peruanos.

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PERU 21

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