22.1.10

¿Por qué no se calla?

César Lévano
cesar.levano@diariolaprimeraperu.com

La encuesta de Ipsos Apoyo realizada por encargo de El Comercio entre el 13 y el 15 de enero arrojó un resultado que nos deja mudos: el 79% de los consultados opina que Alan García habla en exceso.

Además, ante la pregunta sobre las características más representativas del mandatario, el 57% responde: habla mucho.

O sea que los ciudadanos se han cansado del afán discurseador de un hombre que no pierde ocasión de mover la sin hueso. No es casual que el segundo rasgo característico sea para el 43% de los encuestados el incumplimiento de promesas, y el tercero consista en realizar muchas celebraciones.

Claro: para hablar, García necesita formular promesas. Y para ganar micros y pantallas requiere celebrar lo que sea.

Hubiera sido bueno que el doctor García leyera, mientras vivió en París, el ensayo El arte de callar (L’ Art de se taire), publicado en el siglo XVIII por el abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart.

Escribió el abate: “El primer grado de la sabiduría es saber callar; el segundo es saber hablar poco y moderarse en el discurso; el tercero es saber hablar mucho, sin hablar mal y sin hablar demasiado”.

Nuestro presidente no entra en ninguno de esos grados de la sabiduría.

Tampoco ha aprovechado este consejo del religioso francés: “Por naturaleza nos inclinamos a creer que un hombre que habla muy poco no es un gran genio, y que otro que habla demasiado es un hombre aturdido o un loco. Más vale pasar por no ser un genio de primer orden, pasando a menudo en silencio, que por un loco, dejándose arrastrar por el prurito de hablar demasiado”.

Hay que reconocer que el abate no siempre acató sus propios consejos. La suya fue una época de curas mundanos, y él se distinguió por escribir sobre mujeres. En 1749 publicó Le

trionphe du sex (El triunfo del sexo), un panfleto precursor que causó su excomunión. No dominaba aún el arte de callarse.

El problema peruano es que García se considera un orador extraordinario y, generosamente, ha decidido obsequiarnos con dos o tres discursos diarios.

La encuesta de Ipsos Apoyo revela que la mayoría de peruanos no comparte la admiración que García siente por su elocuencia.

Un amigo mío, perito en letras, me explicó hace unos días que nuestro país sólo cuenta con cuatro grandes humoristas: Abelardo Gamarra, Clemente Palma, Héctor Velarde y… ¡Alan García!

“Fíjate bien”, me dijo, “y verás que cuando habla de Hegel, de la filosofía del espacio-tiempo histórico, del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, de la Amazonía o del blindaje de la economía peruana, es posible que él esté intentando hablar en serio, pero el resultado es del más desbordante humor”.

Lo que ocurre, entonces, es que los encuestados de Apoyo carecen del sentido del humor. García resulta un humorista incomprendido.


LA PRIMERA

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