17.9.09

Apologías

Imagino que la razón por la que el abogado Alfredo Crespo se muestra preocupado por la posibilidad de terminar detenido, enjuiciado y condenado -por participar en un acto público en el que lo más delictivo fue desearle muchos años de vida a un Abimael-, es que debe recordar que tuvo que soplarse doce años en la prisión por haber actuado como defensor del jefe senderista en 1993, en el juicio secreto que se realizó en la Isla de San Lorenzo, ante un tribunal militar sin rostro, y de cuyo desarrollo los demás peruanos fuimos simplemente excluidos.

Aquella vez a Crespo le sembraron pruebas mediante agentes policiales que confesaron haberlo hecho cuando el gobierno de Fujimori los abandonó en la cárcel. Sendero generó tantos anticuerpos en su contra, por su responsabilidad, que se hizo fácil que la respuesta represiva y penal del Estado sobrepasara largamente los estándares de protección internacional y los límites constitucionales, sin que hubiera muchas protestas. Hoy mismo, hay quien critica a García Sayán por haberle aumentado el tiempo de patio y la frecuencia de las visitas a los recluidos de la Base Naval. Y también en estos días algunos exaltados se han preguntado en la prensa ¿por qué le dejaron escribir?, como si eso pudiera impedirse.

El trauma peruano es que no se entiende, después de 17 años, que si las ideas de Guzmán se exponen abiertamente, habrá mucho menos posibilidades de que sirvan a un nuevo ciclo de violencia. Como lo es que sus partidarios se reúnan públicamente. Si los subversivos que salen libres empiezan a actuar legalmente, ¿quién gana y quién pierde? Pero hay por ahí un tipo que dice que hubiera aplaudido que la policía allane el evento de presentación del libro. Y debo decir que tampoco estoy de acuerdo con buscar al culpable de que los manuscritos salieran para la imprenta. Nadie ha sido condenado a no poder publicar (han circulado antes los libros de Montesinos, Polay y otros), y para discutir seriamente si en un escrito se puede estar cometiendo un delito, la primera condición es haberlo leído.

Voy a decir que como muchos otros peruanos que no nos sentimos menores de edad, ni necesitamos que el Estado nos aleje las ideas de alguien, he tenido interés en conocer el balance de Sendero sobre la guerra y los argumentos de sus jefes en los juicios. El texto no es eso. Es apenas un compendio de materiales dispersos. Una breve reseña biográfica en la que resalta la admiración que Guzmán profesó por Stalin en su juventud. Un extracto de la entrevista de 1988, donde explica la historia de las fracciones en el Partido Comunista. La manifestación como prisionero ante la Dincote. Una larga colección de textos, recortes y cartas. Sin duda no es Guzmán el que recopila y edita, y no está claro lo que trata de decir el libro, que no desarrolla ni el “acuerdo de paz”, ni los problemas de la actual situación política en la que pretenden reinsertarse. La función que cumple es sacar a la llamada “Cuarta Espada” del olvido y el ostracismo. Y gracias al escándalo lo consiguen bien.


LA PRIMERA

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