Por: Ernesto Pinto-Bazurco Embajador
Todo sistema internacional que deba funcionar, y sea por lo tanto aceptado, se basa en dos elementos fundamentales: Por un lado se necesita un equilibrio entre las fuerzas de poder real y por otro es necesario que transmita legitimidad. O sea, se fundamente en el derecho internacional.
El mundo que surgió hace 90 años, a consecuencia del acuerdo de Versalles, resultó ser uno diferente al que debió ser. Fue el resultado de la imposición de la fuerza, luego de años de atroz violencia. Aquel que desee aprender de los errores de entonces, debe entender lo que sucedió, antes y después de Versalles.
Más de 60 millones de soldados de los cinco continentes lucharon entre sí y a la vez todos enfrentaron la industria moderna que producía máquinas de la muerte tanto en aviones tanques o buques. Estos aparatos estaban dotados de incipientes ametralladoras, pero capaces de causar gran daño. Asimismo, el fuego de artillería o de gases tóxicos mató a más de nueve millones de soldados. Otros regresaron inválidos de la guerra.
En 1919, después de la Primera Guerra Mundial, el mundo exigía un nuevo orden. Con Austria-Hungría, el imperio zarista y el reino Osmano, habían caído tres grandes imperios. Por todas partes se establecían nuevos estados. Y otros experimentaban un renacimiento: Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Austria.
Japón quería la colonia alemana Kiautschou, a pesar de que esta se encontraba situada en el territorio chino. El destino de las colonias alemanas en Asia y en África debía de ser igualmente resuelto, así como el futuro de Medio Oriente. En París se perdió una oportunidad histórica cuando el emir Faisal exigía la independencia nacional que el Reino Unido había prometido por su batallar contra los turcos. Faisal estaba dispuesto entonces a otorgar a la nación judía un territorio propio y así poder constituirse en un Estado. Lo que había impedido el actual conflicto e inestabilidad de Medio Oriente.
En tiempos pasados los conflictos internacionales se daban con una premisa que consistía en la esperanza de una victoria. Felizmente, los gobiernos han comprendido que esto no vale más hoy en día.
Los tratados, así como otros acuerdos internacionales, tienen que ser justos para que sean duraderos. Esta es la lección histórica que nos dio el Tratado de Versalles, porque su implementación no impidió que se produjera la Segunda Guerra Mundial. Ni que murieran 50 millones de personas más, la mayoría civiles.
La paz debe ser el estado natural de convivencia entre los pueblos. El arte y la ciencia de una buena política exterior consisten en conocer los valores de una sociedad y, a su vez, tratar de conciliarlos con los de la comunidad internacional. Esa es, por lo tanto, una tarea permanente de la diplomacia.
EL COMERCIO
Todo sistema internacional que deba funcionar, y sea por lo tanto aceptado, se basa en dos elementos fundamentales: Por un lado se necesita un equilibrio entre las fuerzas de poder real y por otro es necesario que transmita legitimidad. O sea, se fundamente en el derecho internacional.
El mundo que surgió hace 90 años, a consecuencia del acuerdo de Versalles, resultó ser uno diferente al que debió ser. Fue el resultado de la imposición de la fuerza, luego de años de atroz violencia. Aquel que desee aprender de los errores de entonces, debe entender lo que sucedió, antes y después de Versalles.
Más de 60 millones de soldados de los cinco continentes lucharon entre sí y a la vez todos enfrentaron la industria moderna que producía máquinas de la muerte tanto en aviones tanques o buques. Estos aparatos estaban dotados de incipientes ametralladoras, pero capaces de causar gran daño. Asimismo, el fuego de artillería o de gases tóxicos mató a más de nueve millones de soldados. Otros regresaron inválidos de la guerra.
En 1919, después de la Primera Guerra Mundial, el mundo exigía un nuevo orden. Con Austria-Hungría, el imperio zarista y el reino Osmano, habían caído tres grandes imperios. Por todas partes se establecían nuevos estados. Y otros experimentaban un renacimiento: Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Austria.
Japón quería la colonia alemana Kiautschou, a pesar de que esta se encontraba situada en el territorio chino. El destino de las colonias alemanas en Asia y en África debía de ser igualmente resuelto, así como el futuro de Medio Oriente. En París se perdió una oportunidad histórica cuando el emir Faisal exigía la independencia nacional que el Reino Unido había prometido por su batallar contra los turcos. Faisal estaba dispuesto entonces a otorgar a la nación judía un territorio propio y así poder constituirse en un Estado. Lo que había impedido el actual conflicto e inestabilidad de Medio Oriente.
En tiempos pasados los conflictos internacionales se daban con una premisa que consistía en la esperanza de una victoria. Felizmente, los gobiernos han comprendido que esto no vale más hoy en día.
Los tratados, así como otros acuerdos internacionales, tienen que ser justos para que sean duraderos. Esta es la lección histórica que nos dio el Tratado de Versalles, porque su implementación no impidió que se produjera la Segunda Guerra Mundial. Ni que murieran 50 millones de personas más, la mayoría civiles.
La paz debe ser el estado natural de convivencia entre los pueblos. El arte y la ciencia de una buena política exterior consisten en conocer los valores de una sociedad y, a su vez, tratar de conciliarlos con los de la comunidad internacional. Esa es, por lo tanto, una tarea permanente de la diplomacia.
EL COMERCIO
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