Por: Héctor López Historiador
En la madrugada del 1 de setiembre de 1939 —hace 70 años— la poderosa maquinaria bélica de Alemania penetró en Polonia con vertiginoso ímpetu. Era la primera demostración de una Blitzkrieg, la guerra relámpago, donde jugaban un rol importantísimo los tanques, verdaderas piezas móviles de artillería. Al mismo tiempo la Luftwaffe bombardeaba los aeródromos y destruía en ellos la mayor parte de los aviones polacos, aniquilaba los centros de comunicación y las sirenas lacerantes de los aviones Stukas, atacando y ametrallando en picada, aterraban a las tropas y a los miles de polacos que huían por las carreteras. La valiente caballería polaca nada podía hacer ante esta abismal diferencia de fuerzas. Polonia fue derrotada en 28 días y su territorio repartido entre Alemania y la Unión Soviética. Tres días después de la invasión, Gran Bretaña y Francia, vinculadas a Polonia por un tratado defensivo, declaraban la guerra a Alemania.
Desde 1937, la Alemania de Adolfo Hitler condujo el juego diplomático en Europa, entre potencias desmoralizadas por la perspectiva de una posible guerra, pero incapaces de oponerse a ella por medio de una acción conjunta y tratando, cada cual a su manera, de hallar la salvación en transacciones que redundaban siempre en beneficio de Hitler. Los países agresores, Alemania, Japón y, con menor intensidad Italia, formaron un eje y sabían que su posibilidad de victoria se sustentaba en una guerra rápida, pues los recursos —de toda clase— de sus enemigos eran muy superiores a los suyos.
A partir de abril de 1940 Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia fueron cayendo en poder de Alemania. Gran Bretaña se quedó sola frente a Hitler en la cima del éxito. Fue entonces cuando el primer ministro Winston Churchill les dijo a sus compatriotas, convocándolos a la unidad: “Si nos peleamos por lo de ayer, perderemos lo de mañana”.
El 22 de junio de 1941 Hitler inicio la Operación Barbarroja, contra la Unión Soviética, que resistió férreamente y después contraatacó hasta llegar a Berlín. Otro error de Hitler fue declarar la guerra a Estados Unidos, que el 7 de diciembre de 1941 había sido atacado por Japón en su base naval de Pearl Harbor. La aviación fue la que transformó la Segunda Guerra Mundial en una “contienda total”, que también se libró violentamente en el mar: en el Atlántico, el Pacífico y el Mediterráneo.
Durante la Primera Guerra Mundial, 28 estados participaron en la contienda. En la Segunda Guerra, fueron 61 los que se trabaron en una lucha a muerte. Entre 1939-1945 el 66% de las víctimas fueron civiles. El acontecimiento más atroz de la guerra fue el Holocausto, palabra de origen griego que significa “quema total”, “sacrificio a Dios”. Fueron 6 millones de judíos sistemáticamente asesinados por los nazis, que también dieron muerte a otros 15 millones de personas.
La destrucción y la muerte en esta guerra no tienen antecedentes. En ella participaron aproximadamente 110 millones de soldados, de los cuales murieron 27 millones. Las mayores bajas las tuvieron los soviéticos, chinos, alemanes, japoneses británicos y norteamericanos. El número de civiles muertos se calcula aproximadamente en 30 millones de hombres, mujeres y niños. Gran parte de Europa, Japón, China y otros países quedaron devastados. La Segunda Guerra Mundial, ha escrito Joanna Bourke, “merece su reputación como el acontecimiento más aterrador de la historia contemporánea; el más deshumanizado… La ciencia y la tecnología se aplicaron con los fines más letales… Se recurrió a los bombardeos aéreos indiscriminados, el asesinato impersonal en las cámaras de gas y la ejecución de los habitantes de pueblos enteros”. La era atómica se inició con la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. El triunfo de los aliados fue contundente. Sin embargo, muy poco después se daría comienzo a la Guerra Fría.
EL COMERCIO
En la madrugada del 1 de setiembre de 1939 —hace 70 años— la poderosa maquinaria bélica de Alemania penetró en Polonia con vertiginoso ímpetu. Era la primera demostración de una Blitzkrieg, la guerra relámpago, donde jugaban un rol importantísimo los tanques, verdaderas piezas móviles de artillería. Al mismo tiempo la Luftwaffe bombardeaba los aeródromos y destruía en ellos la mayor parte de los aviones polacos, aniquilaba los centros de comunicación y las sirenas lacerantes de los aviones Stukas, atacando y ametrallando en picada, aterraban a las tropas y a los miles de polacos que huían por las carreteras. La valiente caballería polaca nada podía hacer ante esta abismal diferencia de fuerzas. Polonia fue derrotada en 28 días y su territorio repartido entre Alemania y la Unión Soviética. Tres días después de la invasión, Gran Bretaña y Francia, vinculadas a Polonia por un tratado defensivo, declaraban la guerra a Alemania.
Desde 1937, la Alemania de Adolfo Hitler condujo el juego diplomático en Europa, entre potencias desmoralizadas por la perspectiva de una posible guerra, pero incapaces de oponerse a ella por medio de una acción conjunta y tratando, cada cual a su manera, de hallar la salvación en transacciones que redundaban siempre en beneficio de Hitler. Los países agresores, Alemania, Japón y, con menor intensidad Italia, formaron un eje y sabían que su posibilidad de victoria se sustentaba en una guerra rápida, pues los recursos —de toda clase— de sus enemigos eran muy superiores a los suyos.
A partir de abril de 1940 Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia fueron cayendo en poder de Alemania. Gran Bretaña se quedó sola frente a Hitler en la cima del éxito. Fue entonces cuando el primer ministro Winston Churchill les dijo a sus compatriotas, convocándolos a la unidad: “Si nos peleamos por lo de ayer, perderemos lo de mañana”.
El 22 de junio de 1941 Hitler inicio la Operación Barbarroja, contra la Unión Soviética, que resistió férreamente y después contraatacó hasta llegar a Berlín. Otro error de Hitler fue declarar la guerra a Estados Unidos, que el 7 de diciembre de 1941 había sido atacado por Japón en su base naval de Pearl Harbor. La aviación fue la que transformó la Segunda Guerra Mundial en una “contienda total”, que también se libró violentamente en el mar: en el Atlántico, el Pacífico y el Mediterráneo.
Durante la Primera Guerra Mundial, 28 estados participaron en la contienda. En la Segunda Guerra, fueron 61 los que se trabaron en una lucha a muerte. Entre 1939-1945 el 66% de las víctimas fueron civiles. El acontecimiento más atroz de la guerra fue el Holocausto, palabra de origen griego que significa “quema total”, “sacrificio a Dios”. Fueron 6 millones de judíos sistemáticamente asesinados por los nazis, que también dieron muerte a otros 15 millones de personas.
La destrucción y la muerte en esta guerra no tienen antecedentes. En ella participaron aproximadamente 110 millones de soldados, de los cuales murieron 27 millones. Las mayores bajas las tuvieron los soviéticos, chinos, alemanes, japoneses británicos y norteamericanos. El número de civiles muertos se calcula aproximadamente en 30 millones de hombres, mujeres y niños. Gran parte de Europa, Japón, China y otros países quedaron devastados. La Segunda Guerra Mundial, ha escrito Joanna Bourke, “merece su reputación como el acontecimiento más aterrador de la historia contemporánea; el más deshumanizado… La ciencia y la tecnología se aplicaron con los fines más letales… Se recurrió a los bombardeos aéreos indiscriminados, el asesinato impersonal en las cámaras de gas y la ejecución de los habitantes de pueblos enteros”. La era atómica se inició con la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. El triunfo de los aliados fue contundente. Sin embargo, muy poco después se daría comienzo a la Guerra Fría.
EL COMERCIO
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