Por: Juan Velit Internacionalista
El 1 de setiembre de 1939 a las 4:30 de la mañana, es decir un día como hoy hace 70 años, se inició la Segunda Guerra Mundial. Sin advertencia, sin aviso, sin declaratoria de guerra, la Luftwaffe, la poderosa aviación alemana, atacó Polonia.
Adolfo Hitler, el líder de perversidad ilimitada y electrizante oratoria, desde hacía un tiempo pretendía la conquista de Polonia. Buscó una justificación y simuló un ataque a una emisora radial alemana en la hermosa ciudad fronteriza de Gleiwitz. Hitler en persona se encargó de montar la farsa, vistió a unos presos polacos con uniformes de su país, los hizo asaltar la emisora y luego los mató. Lo grotesco del montaje no engañó a nadie, pero tampoco le interesaba mucho al Führer convencer.
La infantería nazi atravesó la frontera a las dos horas de empezado el ataque aéreo y con ello se iniciaba la conflagración más impresionante que haya visto el hombre en toda su historia.
A diferencia de la Primera Guerra Mundial fue totalizadora, es decir no hubo rincón del planeta que no estuviera comprometido en el conflicto. Se combatió en los lugares más disímiles y alejados, desde las arenas del Sahara hasta los escombros de Stalingrado, desde Iwo Jima hasta Montevideo y todo aconteció en una simultaneidad trágica, como si un inmenso sismo hubiera sacudido a toda la humanidad, unida por primera vez en un destino apocalíptico.
Pero circunstancias anteriores habían configurado un cuadro en el que originalmente no existió voluntad política de las potencias europeas, especialmente de Gran Bretaña y Francia, para ponerle freno a las aspiraciones hitlerianas.
En 1936 los alemanes invadieron Renania y fueron tímidas las protestas internacionales. En 1938 Hitler se anexa a Austria, su tierra natal, sin denuncias considerables. En setiembre reclama la región checoslovaca de los sudestes y en Múnich, con silencio cómplice, las potencias europeas le aceptan sus pretensiones.
Cuando el ministro británico Neville Chamberlain bajó del avión con un documento en la mano firmado por Hitler, que era la prueba de que el líder germano no reclamaría más territorio, fue aclamado en Londres. Después, cuando Hitler desconoció el acuerdo, Chamberlain diría: “No es un caballero”. Cándido calificativo para un hombre sanguinario y de la talla moral del Führer.
El mismo 1 de setiembre, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt les solicita a los gobiernos de Francia, Gran Bretaña, Alemania y Polonia que no bombardeen ciudades con población civil. El día 3 los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, después de lanzar un ultimátum a Berlín, le declararon la guerra.
La fulminante embestida a Polonia, basada en el plan llamado Caso Blanco, consistió en atacar por tres flancos y se cimentaba en consideraciones como la desfavorable situación militar y geográfica de Polonia, la necesidad de una victoria rápida y la convicción de que las fuerzas polacas no resistirían un asalto de los blindados alemanes.
A pesar de que los polacos habían planteado su estrategia en una batalla de tipo defensiva, basado en el conocimiento del terreno y para ganar tiempo con la intención de que luego los apoyarían los aliados, no consideraron la rapidez, el “blitzkreig”, con que se desplazaron y atacaron los germanos. La asimetría era desproporcionada, los polacos tenían 30 divisiones y los alemanes 40, pero la superioridad tecnológica, de entrenamiento y de logística de las tropas nazis era muy grande.
A partir del 15 de setiembre los ataques alemanes van dirigidos a Varsovia, el corazón de la fortaleza polaca, que combatía no solo con sus soldados sino con las mujeres, ancianos y niños, agrupados todos en una defensa heroica. El 25 de setiembre se cierra la tenaza de los alemanes y ahora los soviéticos, que bajo el tratado Molotov-Ribbentrop, también atacaron a los polacos, los mismos que resisten hasta el 28 del mismo mes cuando, en la tarde, el alcalde Starzyminki rinde la ciudad al general Rommel. Se había iniciado la guerra que costaría 63 millones de almas y haría que nada sea como antes de ella. Para Polonia comenzaba una larga noche de ocupación.
EL COMERCIO
El 1 de setiembre de 1939 a las 4:30 de la mañana, es decir un día como hoy hace 70 años, se inició la Segunda Guerra Mundial. Sin advertencia, sin aviso, sin declaratoria de guerra, la Luftwaffe, la poderosa aviación alemana, atacó Polonia.
Adolfo Hitler, el líder de perversidad ilimitada y electrizante oratoria, desde hacía un tiempo pretendía la conquista de Polonia. Buscó una justificación y simuló un ataque a una emisora radial alemana en la hermosa ciudad fronteriza de Gleiwitz. Hitler en persona se encargó de montar la farsa, vistió a unos presos polacos con uniformes de su país, los hizo asaltar la emisora y luego los mató. Lo grotesco del montaje no engañó a nadie, pero tampoco le interesaba mucho al Führer convencer.
La infantería nazi atravesó la frontera a las dos horas de empezado el ataque aéreo y con ello se iniciaba la conflagración más impresionante que haya visto el hombre en toda su historia.
A diferencia de la Primera Guerra Mundial fue totalizadora, es decir no hubo rincón del planeta que no estuviera comprometido en el conflicto. Se combatió en los lugares más disímiles y alejados, desde las arenas del Sahara hasta los escombros de Stalingrado, desde Iwo Jima hasta Montevideo y todo aconteció en una simultaneidad trágica, como si un inmenso sismo hubiera sacudido a toda la humanidad, unida por primera vez en un destino apocalíptico.
Pero circunstancias anteriores habían configurado un cuadro en el que originalmente no existió voluntad política de las potencias europeas, especialmente de Gran Bretaña y Francia, para ponerle freno a las aspiraciones hitlerianas.
En 1936 los alemanes invadieron Renania y fueron tímidas las protestas internacionales. En 1938 Hitler se anexa a Austria, su tierra natal, sin denuncias considerables. En setiembre reclama la región checoslovaca de los sudestes y en Múnich, con silencio cómplice, las potencias europeas le aceptan sus pretensiones.
Cuando el ministro británico Neville Chamberlain bajó del avión con un documento en la mano firmado por Hitler, que era la prueba de que el líder germano no reclamaría más territorio, fue aclamado en Londres. Después, cuando Hitler desconoció el acuerdo, Chamberlain diría: “No es un caballero”. Cándido calificativo para un hombre sanguinario y de la talla moral del Führer.
El mismo 1 de setiembre, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt les solicita a los gobiernos de Francia, Gran Bretaña, Alemania y Polonia que no bombardeen ciudades con población civil. El día 3 los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, después de lanzar un ultimátum a Berlín, le declararon la guerra.
La fulminante embestida a Polonia, basada en el plan llamado Caso Blanco, consistió en atacar por tres flancos y se cimentaba en consideraciones como la desfavorable situación militar y geográfica de Polonia, la necesidad de una victoria rápida y la convicción de que las fuerzas polacas no resistirían un asalto de los blindados alemanes.
A pesar de que los polacos habían planteado su estrategia en una batalla de tipo defensiva, basado en el conocimiento del terreno y para ganar tiempo con la intención de que luego los apoyarían los aliados, no consideraron la rapidez, el “blitzkreig”, con que se desplazaron y atacaron los germanos. La asimetría era desproporcionada, los polacos tenían 30 divisiones y los alemanes 40, pero la superioridad tecnológica, de entrenamiento y de logística de las tropas nazis era muy grande.
A partir del 15 de setiembre los ataques alemanes van dirigidos a Varsovia, el corazón de la fortaleza polaca, que combatía no solo con sus soldados sino con las mujeres, ancianos y niños, agrupados todos en una defensa heroica. El 25 de setiembre se cierra la tenaza de los alemanes y ahora los soviéticos, que bajo el tratado Molotov-Ribbentrop, también atacaron a los polacos, los mismos que resisten hasta el 28 del mismo mes cuando, en la tarde, el alcalde Starzyminki rinde la ciudad al general Rommel. Se había iniciado la guerra que costaría 63 millones de almas y haría que nada sea como antes de ella. Para Polonia comenzaba una larga noche de ocupación.
EL COMERCIO
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