28.5.09

¿Acaso no matan a los caballos?

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


¿Por qué la has matado? -me preguntó el policía que iba sentado a mi lado.
-Ella me lo pidió.

-¿Has oído eso, Ben?

-Es un muchacho muy servicial -dijo Ben por encima del hombro.

-¿Es eso lo único que puedes alegar?

-¿Acaso no matan a los caballos?


Así termina la novela más representativa de Horace McCoy, maestro del hard boiled, ese género menospreciado que Hammett y Chandler elevaron a las más altas cumbres literarias. Y de McCoy nos acordamos al escuchar a Yehude Simon decir que “matará” las leyes que afecten a los nativos.

Es un muchacho muy servicial el premier. Solo que con actitudes de este tipo no está matando caballos sino al Estado de Derecho, por dialogar con una lanza en la sien mientras el paro en la selva continúa.

Y como el mal ejemplo cunde, en Cusco bloquean el acceso a Machu Picchu, en Utcubamba interrumpen la carretera Fernando Belaunde Terry, en Chamaya impiden el tránsito a las provincias de Jaén y Cajamarca, en Chiclayo cortan el puente Reque y en Iquitos se viene hoy una paralización.

Por supuesto, poquito a poco, entre el timorato primer ministro y los congresistas que tiemblan como conejos van a terminar derogando los nueve decretos cuestionados por Pizango y su pandilla de agitadores. De modo que sigue el gobierno con el mismo estilo que tanto criticamos de Del Castillo y sus “mesas de diálogo”. Sigue mandando el mismo mensaje atroz: violar la ley rinde frutos.

El gobierno debería entender que una cosa es diálogo y otra capitulación. Una cosa es protesta legítima y otra bloquear carreteras. Pero hace lo que sea con tal de aparecer como “políticamente correcto” y ganar el aplauso de la argolla mediática progre. Alimenta el desmadre que tanto gusta a los caviares y los izquierdistas de todo pelaje sin darse cuenta (o se da cuenta y no le importa, lo que es peor) que de esa manera está cavando la tumba de la democracia.

Y por supuesto, la progresía bate palmas y se infla ante tamañas muestras de apaciguamiento. Sienten que dictan la agenda y por eso contribuir a que se deroguen unas cuantas leyes ya les parece poca cosa. Algunos de sus más preclaros columnistas están trazando la hoja de ruta macro para los próximos años: perseguir a los fujimoristas y si es posible declararlos fuera de la ley, judicializar a cuanto militar se pueda, y evitar que las FFAA se fortalezcan (no quieren que les den canon, si tendrán mala entraña estos hijos de Gramsci y quinta columna de Chile).

En fin, para qué seguir. Sus metas son tan claras como pérfidas. Y Simon y todos aquellos que creen, ingenuos ellos, que tanta genuflexión les va a servir, deberían recordar el viejo proverbio alemán que advierte de la necesidad de tener una cuchara muy larga si se quiere comer del caldero del diablo. Como dice la última línea de la novela de McCoy: que Dios se apiade de sus almas.


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LA RAZON

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