26.5.09

Alberto Bustamante

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

En recuerdo de un buen y gran amigo.

Esta noche a las siete, en el auditorio de la UPC de la Av. Salaverry, se presenta el libro Sobre la ley del procedimiento administrativo general, con un conjunto de ensayos de abogados destacados que, si bien se ve interesante, nunca sería –por su especialización– tema de esta columna si no fuera porque la obra es un homenaje a José Alberto Bustamante Belaunde.

Quizá la mayoría de lectores recuerde a Bustamante como el premier y ministro de Justicia de fines del gobierno de Fujimori. ero, sin duda, para todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, Alberto era –felizmente– mucho más que eso. Aceptar esa participación política fue un gran error.

Milagros Maraví, la compiladora del libro, recuerda que Bustamante fue el mejor profesor de derecho administrativo peruano de su generación. Abogado en la Universidad Católica, luego estudió una maestría en Wisconsin, y después enseñó en su alma máter desde 1975 y en la UPC desde 1999.

Asimismo, trabajó en Desco, el ILD, el Instituto de Economía de Libre Mercado, y en los estudios Javier de Belaunde, y Yori y Bustamante, además de ocupar varios cargos en la administración pública como en Indecopi, Copri y Fonafe, y en comisiones sobre normas de procedimientos administrativos.

Lo conocí en 1980, cuando Alberto integraba el consejo editorial de la revista Debate y yo debutaba como coordinador de la publicación. Viajamos varias veces para producir artículos, y recuerdo mucho cuando fuimos a Arequipa –su ciudad– junto con el ‘Chino’ Domínguez y ‘Balo’ Sánchez León.

Siempre fue un gran amigo, incluso cuando su vehemencia y apasionamiento lo hacían perder de vista algo de la conversación o sobredimensionar y especular algunos hechos, lo que motivaba algún distanciamiento que, poco tiempo después, se diluía gracias a la valoración de la amistad inquebrantable.

También me impresionó su capacidad de análisis político. Recuerdo que él fue –junto con Luis Pásara– quien me hizo notar, muchos meses antes de la elección de 1990, que era imposible que Mario Vargas Llosa ganara la Presidencia. Yo pensé que estaban tronados, pero el tiempo les dio la razón.

Dicha capacidad de análisis no la pudo usar para él mismo cuando decidió ser premier de Fujimori. Entonces, lo llamé para solicitarle una entrevista para Debate, la cual aceptó. Lo que nunca entendí fue por qué aceptó entrar al gobierno en esa circunstancia.

Poco después del colapso del fujimorismo, fuimos una tarde a almorzar, con larga sobremesa, a La Gloria. Seguía vehemente, terco, peleón y polémico, como siempre fue Bustamante. Descansa en paz, Alberto.

LA REPUBLICA

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