Hace cuarenta años, el 26 de mayo de 1969, el Acuerdo de Cartagena creó la Comunidad Andina, años después Comunidad Andina de Naciones (CAN), el más antiguo proyecto de integración económica y política de América Latina.
Eran seis países, hoy quedan cuatro: Bolivia, Colombia, Ecuador y el Perú. A Chile lo desafilió Pinochet en 1976 porque no era rentable y a Venezuela la retiró Hugo Chávez, el 19 de abril de 2006, como rechazo a las gestiones a favor de los tratados de Libre Comercio con Estados Unidos negociados por Colombia y el Perú.
Con el tiempo, perdió fuerza la vocación integradora de San Martín y Bolívar pero la ganaron los desacuerdos ideológicos entre los miembros de la Comunidad, debilitando la capacidad de negociación del bloque, entre ellos y con la comunidad internacional. En los últimos años, Venezuela agudizó diferencias con Colombia y el Perú, a la vez Colombia y Ecuador colisionan por el ataque militar colombiano a un comando de las FARC en territorio ecuatoriano, Bolivia y el Perú chocan por diferencias ideológicas que terminan por acercar al gobierno de Santiago con el de La Paz, en momentos en que Perú presenta una demanda en La Haya contra Chile, por delimitación marítima.
En este contexto la integración se deshilacha, los presidentes de la república prefieren los distanciamientos sobre los acercamientos, en los medios de comunicación se atizan las diferencias porque venden más que los acuerdos, los partidos políticos principales retroceden a un nacionalismo de primicias para fortalecerse electoralmente dentro de sus países, en fin, en el área andina la integración dejó de seducir a los hermanos.
Sin duda, es un error ensamblar integración con pobreza, la desigualdad de arriba con la de abajo, la esperanza de mejorar con la resignación de empeorar. Poner a todos en una sola casa puede ser explosivo.
Para que esto funcione es preciso construir equidad como política de Estado, entre las gentes y las cosas, más que una globalización que amontona pero no integra, porque predominan los intereses sobre los principios.
Integración tiene que ser sinónimo de equidad, de respeto de la diversidad, para que la CAN resurja como el Ave Fénix.
LA PRIMERA
Eran seis países, hoy quedan cuatro: Bolivia, Colombia, Ecuador y el Perú. A Chile lo desafilió Pinochet en 1976 porque no era rentable y a Venezuela la retiró Hugo Chávez, el 19 de abril de 2006, como rechazo a las gestiones a favor de los tratados de Libre Comercio con Estados Unidos negociados por Colombia y el Perú.
Con el tiempo, perdió fuerza la vocación integradora de San Martín y Bolívar pero la ganaron los desacuerdos ideológicos entre los miembros de la Comunidad, debilitando la capacidad de negociación del bloque, entre ellos y con la comunidad internacional. En los últimos años, Venezuela agudizó diferencias con Colombia y el Perú, a la vez Colombia y Ecuador colisionan por el ataque militar colombiano a un comando de las FARC en territorio ecuatoriano, Bolivia y el Perú chocan por diferencias ideológicas que terminan por acercar al gobierno de Santiago con el de La Paz, en momentos en que Perú presenta una demanda en La Haya contra Chile, por delimitación marítima.
En este contexto la integración se deshilacha, los presidentes de la república prefieren los distanciamientos sobre los acercamientos, en los medios de comunicación se atizan las diferencias porque venden más que los acuerdos, los partidos políticos principales retroceden a un nacionalismo de primicias para fortalecerse electoralmente dentro de sus países, en fin, en el área andina la integración dejó de seducir a los hermanos.
Sin duda, es un error ensamblar integración con pobreza, la desigualdad de arriba con la de abajo, la esperanza de mejorar con la resignación de empeorar. Poner a todos en una sola casa puede ser explosivo.
Para que esto funcione es preciso construir equidad como política de Estado, entre las gentes y las cosas, más que una globalización que amontona pero no integra, porque predominan los intereses sobre los principios.
Integración tiene que ser sinónimo de equidad, de respeto de la diversidad, para que la CAN resurja como el Ave Fénix.
LA PRIMERA
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