28.5.09

¿Un nuevo Consejo Económico Mundial?

En las últimas semanas hubo algunas buenas noticias que indicaban un repunte de los mercados bursátiles, pero la cruda realidad es que en varios países la “economía real” está en serios problemas.

“La economía mundial cae en picada”, anunciaba el 21 de mayo en portada el Wall Street Journal a raíz de las fuertes caídas sufridas por las economías de México (21,5%), Japón (15,2%), Alemania (14,4%) e incluso Estados Unidos (6,3%). Estas cifras impactantes se calcularon comparando el PIB de esos países del primer trimestre de este año con el trimestre anterior y anualizando (es decir, expresando en términos de doce meses) el índice de variación.

El mismo día se produjo otro hecho negativo. Standard & Poor rebajó de “estable” a “negativa” la perspectiva del crédito a largo y corto plazo de Gran Bretaña, amenazando su calificación AAA, la más alta asignada por esa firma calificadora. Es la primera vez que le ocurre esto a Gran Bretaña, uno de los dos principales centros financieros del mundo. Esto provocó la caída de los mercados no sólo en Europa sino también en Estados Unidos.

Aun en el caso de que lo peor de la recesión ya haya pasado, la recuperación probablemente llevará algún tiempo.

La semana pasada en Nueva York, un embajador se refería a una opinión que cobra fuerza en círculos diplomáticos: la recesión no adoptará tanto el formato V o U (una brusca caída seguida de un rebote pronunciado) sino más bien la forma de una larga bañera. En otras palabras, la declinación será seguida de un largo periodo de desempeño económico “chato” o de estancamiento, antes de que el crecimiento vuelva a repuntar.

La pregunta es: ¿Qué tan larga resultará la bañera?

En la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los diplomáticos comenzaron a trabajar en una declaración preliminar que sería adoptada en una conferencia de alto nivel sobre la crisis financiera y económica mundial y su impacto en el desarrollo. El documento, dado a conocer por el presidente de la Asamblea General, Miguel d’Escoto, reemplazó una versión anterior considerada demasiado larga y farragosa.

La nueva redacción es breve en la parte referida a las causas e impactos de la crisis, pero rica en propuestas para una “acción pronta y decisiva” en cuatro ámbitos: hacer que el estímulo funcione para todos; contener los efectos de la crisis y mejorar la resiliencia en el futuro; mejorar la regulación y la supervisión; y reformar la forma de la gestión financiera y económica internacional.

Para poner en práctica las medidas propuestas, el documento tiene una sección final -“El camino por delante”- donde tal vez se vuelquen las ideas más interesantes.

La más importante y polémica es la creación de un nuevo Consejo Económico Mundial en el marco de la ONU, que podría coordinar y supervisar las respuestas destinadas a hacer frente a los desafíos mundiales. Esta idea, que de alguna manera fortalece el papel de la ONU, no es del agrado de los países más poderosos que se sienten cómodos con el status quo en el cual controlan el escenario las instituciones que dominan: G-7, G-20, FMI, etc.

El problema, por supuesto, es que los países desarrollados y las instituciones dominantes hicieron muy mal su trabajo, ya que promovieron las políticas financieras laxas que llevaron a esta crisis extrema. Por lo tanto, los países en desarrollo, que son las víctimas de una crisis que no provocaron, están abocados a la creación de nuevas instituciones representativas en las cuales puedan tener voz y voto.

LA PRIMERA

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