29.5.09

Chávez y Uribe

Por: Jaime de Althaus Guarderas

Algunos, desde la izquierda, reclaman que por qué se condena a Hugo Chávez y no a Álvaro Uribe, que sería tan autoritario como el primero. Es increíble hasta dónde la ideología puede deformar los hechos, pues no hay punto de comparación entre Venezuela y Colombia. En Venezuela no hay Estado de derecho. No existe una democracia entendida como un sistema de limitación del poder: la Corte Suprema y el Congreso están controlados por Chávez, a los estados y alcaldías ganados por la oposición se les despoja de atribuciones y recursos, el alcalde de Caracas ni siquiera tiene local y el principal líder de oposición es perseguido y debe pedir asilo en el Perú; el primer canal de televisión —RCTV— fue cerrado, Globovisión está amenazado y todos los canales están obligados a ponerse en cadena cuando el presidente tiene a bien hablar, horas de horas por lo demás; el Banco Central es la caja chica del autócrata, que maneja, además, un presupuesto paralelo no fiscalizado con las utilidades de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Lo que hay en Venezuela es, en buena cuenta, una tiranía.

Colombia padece las manifestaciones de poder paralelo que devienen de una guerra interna cruenta y prolongada: grupos vinculados a los paramilitares que han asesinado a dirigentes sindicales u otros que espían a políticos de oposición. Pero hay Estado de derecho, de modo que apenas aparecen esas manifestaciones son denunciadas y procesadas y los responsables castigados.

Hay un Poder Judicial y un Congreso independientes y una prensa intocada por el poder político. La propuesta para que Álvaro Uribe vaya a una re-reelección puede ser antidemocrática en la medida en que pueda enquistar grupos y prácticas oscuras que busquen la impunidad y, sin duda, no es conveniente para el propio gobernante, que sufriría un desgaste, pero no se puede decir que reelección equivale necesariamente a autoritarismo. En la mayor parte de las democracias avanzadas hay reelección, sea inmediata, sea indefinida. Lo que pasa es que en nuestras tierras, la reelección suele ser no un premio a una buena gestión, sino un síntoma —una consecuencia— de la búsqueda del poder absoluto y perpetuo.

No es el caso de Uribe, cuyo pedido de re-reelección obedecería más bien al clamor de mantener en el Gobierno a un presidente que ha sido eficaz en la lucha contra las FARC. Ojalá no acepte, porque también puede estar escondiendo grupos perversos. Pero en el caso de Hugo Chávez, ya no la re-reelección sino —peor— la reelección indefinida es la consecuencia inevitable de un proyecto totalitario que marcha hacia el control absoluto de la sociedad y de la economía: el llamado socialismo del siglo XXI. Algo muy distinto.

EL COMERCIO

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