31.5.09

Columna de humo

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

En apoyo de la campaña para dejar de fumar.

Hoy que es el Día del No Fumador, creado en 1989 en la Asamblea Mundial de la Salud con el fin de promover la erradicación del hábito de fumar, no me provoca lanzar un discurso contra los que, a pesar del entorno crecientemente hostil, siguen fumando, quizá con un sentimiento de culpa enorme, arrinconados porque cada vez hay menos lugares donde hacerlo, y con la sensación de ser señalados casi como delincuentes.

Porque, para qué les voy a mentir, a pesar de estar en el Día del No Fumador, déjenme decirles, con la experiencia de un fumador empedernido de más de tres décadas, que fumar es uno de los placeres más exquisitos que se pueda imaginar.

Prender un nuevo cigarro, golpear con fuerza, inundar el cerebro con el acelerador que nos mete una buena pitada, llenarse de humo cuando hay que pensar una decisión o mientras se leen los diarios, constituyen sensaciones inigualables.

El ‘único gran’ problema de este placer singular es que, dé-jenme decirles, con la experiencia de un fumador empedernido de más de tres décadas, fumar hace daño. Fumar, para decirlo de un modo más claro y directo, mata. A veces más rápido, a veces más lento, pero, créanme, el cigarro es, sin ninguna duda, ‘dañino para la salud’.

Según la Comisión de lucha contra el consumo de tabaco, en el Perú el cigarro mata a 25 personas al día, más de nueve mil al año. No es uno de los principales motivos de las muertes en el país, pero es obvio que hace daño y que puede matarte.

Por todo ello, tengo por los que siguen fumando la secreta admiración del que observa –casi hasta con envidia– al que tiene la audacia de jugar a la ruleta rusa, pero también la preocupación por las implicancias de este juego mortal.

Yo abandoné el juego hace 495 días. Hace un año, cuando también escribí una columna sobre este tema, iba en 132 días y entonces aún los contaba. Ahora ya no. Un ‘problema’ –debo reconocer– es que dejar de fumar a veces engorda, como en mi caso, que desde enero de 2008 cargo 16 kilos más, pero espero tener la fuerza de voluntad para quitarme los ocho que –dice el doctor– debo bajar para estar en mi peso ‘correcto’.

También quisiera tener la fuerza de voluntad para solo fumar un par de cigarros al día pero estoy consciente de que, para eso, aún me falta mucho y quizá nunca lo logre. Sé que, si prendo uno, me aventaré la cajetilla completa.

Cada persona debe tener la libertad de decidir si fuma o no. Pero el Estado sí tiene el deber de informar a los ciudadanos –especialmente a los más jóvenes– de las consecuencias de su decisión. Por ello, sin ponerme en la actitud del ‘cazador de fumadores’, me gustan y apoyo las campañas para no fumar.

LA REPUBLICA

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