21.11.08

Su remedio es la enfermedad

El Presidente Bush ha salido a defender, una vez más, el libre comercio y a rechazar el proteccionismo. Pero la verdad es que Washington ha desatado una ola de medidas proteccionistas para salvar bancos, aseguradoras e industrias.

Algo más: se puede apostar a que Estados Unidos va a tomar, de todas maneras, nuevas medidas proteccionistas. En momentos en que escribo estas líneas, en el Congreso de Estados Unidos se discute el pedido de auxilio de 25 mil millones de dólares formulado por varios gigantes automovilísticos.

Chrysler, General Motors y Ford han lanzado un sos, y advertido que si no se les auxilia se producirá una catástrofe que provocará millones de despidos.

Daisuka Uno, analista de Sumitomo Mitsui Banking Corporation, subrayó ayer que “la industria del automóvil está ligada a muchas otras industrias y el impacto negativo (de su posible colapso) en el desempleo es inimaginable”.

Los congresistas estadounidenses han exigido al trío del automóvil que presente a más tardar el 2 de diciembre un plan de viabilidad respecto al rescate que solicitan.

También los fabricantes de automóviles de Gran Bretaña, Alemania e Italia han pedido socorro a sus gobiernos.

Esa petición ha provocado ya un nuevo derrumbe en las bolsas de valores.

Hans Demant, directivo de la fábrica de automóviles Opel de Alemania, declaró ayer al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung que proyectan reducir la semana laboral a 30 horas. Es una forma de recortar la producción.

Los fabricantes de coches de Gran Bretaña y de Italia también piden medidas de protección.

Los gobernantes del mundo capitalista se ven obligados, pues, a reforzar su proteccionismo, y no sólo en el corto plazo.

La receta de Bush (y de Alan García) de rechazar el proteccionismo aparece así como una demostración de hipocresía, cuando no de cinismo.

La propia reunión de APEC en Lima proclama su rechazo al proteccionismo. Pero todos están pensando en cómo proteger su industria, cómo mantener su proteccionismo en el agro.

El libre comercio es un cuento chino. Lo emplea Washington para imponer políticas mientras practica el proteccionismo más riguroso para sus productos agrarios. Igual hace la Unión Europea. China lo cuenta en mandarín.

El libre comercio resulta una bandera de conveniencia, una farsa, un catecismo, una ideología.

La prueba de esto es que, hace apenas una semana, el Grupo de los 20, que reúne a las economías más poderosas del mundo, acordó, según lo anunció el propio Bush, “modernizar la regulación del sistema” y reformar el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

“Vamos a revisar de nuevo las normas sobre regulación del mercado”, confesó el fundamentalista mayor.

Sólo a García se le puede ocurrir que la peste se combate con más infección.

LA PRIMERA

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