15.5.09

Los sótanos de la soberanía

Por Mirko Lauer

La propuesta de un túnel de 150km entre Bolivia y el Océano Pacífico es insólita desde todo punto de vista. Si bien es cierto que hay un auge de túneles binacionales proyectados en el mundo, estos son submarinos y bastante más cortos. Se piensa en ellos en tramos demasiado largos o riesgosos para un puente de cualquier tipo.

Existe un proyecto para unir bajo el agua los 124km que separan China y Taiwan. Otro para unir Sicilia y Túnez, 60km bajo el agua que costarían US$28,000 millones. También se habla de unir bajo el agua los dos extremos del estrecho de Behring. Cada uno de ellos a su manera una versión del Chunnel que va debajo del canal de La Mancha.

El proyecto de los tres arquitectos chilenos es un túnel cavado bajo territorios desiertos, sobre los cuales sería sencillísimo asfaltar una carretera. No hay, pues, argumento topográfico alguno para el túnel. Todos son más bien, digamos, geopolíticos: que los bolivianos no se desborden sobre Chile en su camino al mar.

Si la idea es que Bolivia no crece por territorio chileno, habría que preguntarse a cuántos metros bajo la superficie ese territorio deja de ser chileno. Si la soberanía de Chile se mantiene, que es lo más probable, entonces se habría burlado precisamente el deseo boliviano de una salida soberana al Pacífico.

Que el túnel desemboque en una isla artificial, hecha con el desmonte producido por la excavación del túnel, redondea la idea con cierta ironía para un país hoy rodeado de tierra por todas partes. ¿Eran concientes los arquitectos de que el mar que alojaría esa isla es hoy tema de un contencioso jurídico? ¿A qué distancia de la costa la han imaginado?

El proyecto no es tan insólito si lo vemos como una suerte de túnel del apartheid, cuya necesidad da la impresión de ser similar a los muros que existen entre Israel y Palestina, o entre EEUU y México. Ya que estamos en el tema, un túnel es precisamente lo que muchos mexicanos quisieran tener para deslizarse ilegalmente hacia el norte.

Que el canciller chileno haya acogido la idea como algo interesante es parte de una canasta de ofertas, superficiales y subterráneas, a Bolivia que lo incluye todo menos una salida bona fide al mar. Bien visto el túnel, el más largo del mundo, sería menos que una carretera, pues ni siquiera habría manera de detenerse y pisar suelo chileno por el camino.

Más que como una solución, el proyecto de los arquitectos puede ser visto como una humillación a los mediterráneos vecinos. Además, tanto si les toca financiar la obra como si les toca pagarle peaje a algún inversionista, no se ve por dónde está el negocio para Bolivia. Evo Morales debería pronunciarse cuanto antes sobre el asunto.

LA REPUBLICA

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