15.5.09

La nueva Inquisición

Esta columna, publicada hace un año, cobra de nuevo actualidad, ahora que está a punto de debatirse en el Pleno del Congreso, tras haber sido aprobado en comisiones, un draconiano reglamento de la Ley General para la Prevención y Control de los Riesgos del Consumo de Tabaco:
Se ha puesto de moda en nuestro país estigmatizar a todo aquel que comete la osadía de encender un cigarrillo. No solo en el Día Mundial Sin Tabaco, sino a diario, nos bombardean con el mantra que causa cáncer, que el humo contiene más de 4,000 compuestos químicos, que desangra los recursos de la economía mundial a razón de 200,000 millones de dólares anuales y otros datos terroríficos. Y por eso quieren encerrarnos en ghettos.

Por supuesto, los políticos dicen que lo hacen por el bien de los ciudadanos. Como si fuéramos idiotas a los que papá Estado debe cuidar.


Sí, el tabaco perjudica la salud. También comer carne todos los días. O no ingerir verduras a diario ¿Por qué no aprobar entonces una ley que nos obligue a comer carne solo una vez a la semana y verduras todos los días?

Otros hablan del daño que el fumador causa en los fumadores pasivos. ¿Por qué no prohíben las combis, que sueltan mucho más monóxido de carbono? ¿Por qué no impedir que visitemos el centro de Lima, altamente contaminado? Una hora parados en la avenida Abancay equivale a fumarnos dos cajetillas del satanizado cigarrillo.

Dicen asimismo que los fumadores le cuestan mucha plata a la seguridad social. También la obesidad. ¿Por qué no sancionarla? Obliguemos por decreto a que todos los gordos sigan una dieta para adelgazar. Todo aquel que excediera el peso ideal, debería ser perseguido. Se crearían rincones para que coman los obesos.

También hay que perseguir a los flacos. Pueden convertirse en anoréxicos. Por ley debemos forzarlos a comer una determinada cantidad diaria de alimentos. El Estado, pues, debería crear un Ministerio contra la Gordura y la Delgadez.

¿Y aquellos que usan demasiado perfume? ¿No es acaso una agresión a aquellos que no comparten su afición por las fragancias? ¡Una ley contra ellos se impone!

A estas alturas, nuestros lectores ya se habrán dado cuenta cuál es el punto. La persecución al fumador está llegando a unos límites extremos. Caminamos directamente hacia un estado policial: lo que está en juego no es ya el fumar o no fumar, sino nuestra propia libertad. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de leyes totalitarias. Hoy se persigue, estigmatiza y criminaliza al fumador ¿Y mañana?


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RAZON

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