12.5.09

Obama y Latinoamérica

ESTADOS UNIDOS Y SU NUEVO COMIENZO EN LA REGIÓN

Por: Alejandro Deustua Internacionalista

La proclamación de un nuevo comienzo en la relación de Estados Unidos con América Latina parece bastante menos clara que su enunciado.

La referencia más trivial de esa propuesta vacía es la disposición de la nueva administración a corregir a su antecesora. En efecto, como había ocurrido antes con la denuncia del unilateralismo, la indisposición ambientalista o la aplicación de sanciones económicas en tiempos de Bush, la nueva autoridad estadounidense criticó en Puerto España la escasa importancia otorgada a la región.

A tal denuncia, sin embargo, no siguió la definición de un nuevo interés nacional o la declaración de una doctrina.

Por lo demás, esa disposición no parece útil si dada la parálisis del sistema interamericano, el unilateralismo probablemente será revisitado por Estados Unidos, la adhesión a nuevas normas internacionales será disputada en el Congreso y la disposición a la coerción económica seguirá arraigada en la legislación de la primera potencia más allá de lo que esta decida avanzar en el caso cubano.

Antes que en “una nueva era” hemisférica, esa posición parece justificarse en la necesidad de recomponer la imagen de Estados Unidos en el área. Ello obvia requerimientos como los de la restauración de la legitimidad de las entidades de inteligencia, la disposición de una doctrina ad hoc, la revaluación de la subsecretaría regional y el buen uso del poder.

De otro lado, la omisión a reiterar el compromiso con la promoción de la democracia representativa o el libre mercado señala que el “nuevo comienzo” podría estar cerca del abandono de un orden liberal en el área. Si fuera así, se confirmaría la erosión de un pilar de la política exterior norteamericana y se devaluaría su asociación con los Estados que han optado por regirse por principios liberales.

Esta versión del nuevo pragmatismo estadounidense es la que prefieren recoger los miembros del ALBA. Y también muestra el riesgo de confundir los requerimientos de influencia y prestigio con las frivolidades del “soft power” tan en boga en Washington.

La connotación estratégica de esa implicancia es inmensa. Especialmente si la secretaria de Estado asume precipitadamente la existencia de un sistema multipolar en el que Irán tiene igual peso que China o Rusia sin que Estados Unidos disponga de la estrategia correspondiente.

En ese escenario, el “nuevo comienzo” podría estimular tácitamente la interacción el área principalmente en términos de poder. A falta de capacidad preventiva de la potencia mayor, ese tipo de interacción sería balanceada de manera ad hoc. Así el afán por contener la agresividad venezolana podría postergar la disposición a contener el armamentismo chileno o la preocupación por aligerar la relación con Cuba podría restar importancia al encumbramiento neomarxista en Bolivia.

El planteamiento estadounidense de un “nuevo comienzo” en el hemisferio requiere de urgente clarificación.

EL COMERCIO

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