20.5.09

Votos verdes

Por Mirko Lauer

Mario Vargas Llosa acaba de opinar que las buenas cifras de Keiko Fujimori (“la hija de quien saqueó el Perú”) en las encuestas se deben a la inmadurez política. Es una idea fácil de compartir, pero que exige una definición operativa de madurez política. Además tendríamos que hacer el diagnóstico extensible a numerosos fenómenos.

Si electorado maduro es uno cuya mayoría logra elegir figuras convenientes a su mejor interés colectivo, entonces las mayorías insatisfechas frente a lo que ellas mismas eligieron (tal como aparecen en las encuestas) nos dan esa definición operativa. Inmaduro sería un elector que vota sin pensar y termina lamentándolo. Hasta la próxima ocasión.

¿Qué están pensando los fans de la Fujimori? Por lo pronto consideran que el saqueo del país por parte del padre y sus compinches no es importante, e incluso debe haber quienes consideran que no es cierto. De pronto sí piensan que es cierta e importante la corrupción, pero consideran que hay otras prioridades.

Una posible prioridad supra-ética es que siga el estilo Fujimori: autoritarismo político y neoliberalismo económico. Como los precandidatos neoliberales son varios, debemos pensar que el factor de acumulación es la nostalgia de la mano dura contra el sistema institucional democrático. Ella sería algo así como la candidata de la informalidad (62% de la economía).

Otra posible prioridad supra-ética puede ser el atractivo de la persona misma: un rostro nuevo, juvenil, desafiante y con un alto cociente de entretenimiento al público. Mucho más interesante que una candidata conocida, de cierta edad, acatadora del orden establecido, y que le recuerda al país la importancia de cumplir la ley.

Puesto en sus términos más crudos, Keiko Fujimori encarna la sutil promesa de un golpe de Estado, de un corte con la aburrida democracia. Eso está en una primera lectura de las encuestas, pero se puede deducir en un examen más detenido. Un golpe del capitalismo salvaje, o por lo menos asalvajado, contra la democracia capitalista institucional.

¿Podemos llamar a esto inmadurez? Es una idea generosa, y una cuestión de gustos. Pero a la idea churchiliana de la democracia como el menos malo de los sistemas de gobierno le falta un trecho para imponerse como sentido común en el Perú. Sobre todo si sumamos la intención de voto de Fujimori con la de Ollanta Humala en este año 2009.

Lo que sí podemos llamarlo es inestabilidad. Con candidatos que sugieren continuidad económica pero crisis política, candidatos que proponen un radical cambio en la política y la economía, y candidatos que no representan cambio alguno, no sorprende que cada elección peruana produzca la impresión de un baile al borde del abismo.

LA REPUBLICA

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