31.8.09

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Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Pocas personas más odiadas por la progresía local que el cardenal Juan Luis Cipriani. Todo lo que dice –el último caso es su opinión respecto al “gallinero” de Unasur– de inmediato es objeto de críticas y burlas por parte de nuestros caviares. Y no solo porque la contracultura que ellos difunden busca demoler los pilares morales de la tradición judeocristiana (y así concretar el sueño marxista de que propiedad privada, familia y tradición moral sean piezas de museo) que Cipriani encarna, sino por otra razón. Los progres sienten profunda aversión por las personas que hablan claro. Y como hablar claro por lo general significa nadar contra la corriente de lo “políticamente correcto”, Cipriani les provoca la misma reacción que el ajo al vampiro (aunque en este caso, para que el símil sea más apropiado, habría que hablar del crucifijo).
En la lista podríamos incluir a otros personajes que también carecen de pelos en la lengua (Rafael Rey, Luis Giampietri y por cierto el ácido columnista Andrés Bedoya Ugarteche, la última bestia negra de la caviarada) exactamente por las mismas razones. Pero detengámonos un momento más en Cipriani, porque con él se ilustra perfectamente la hipocresía y el doble rasero de la argolla izquierdosa. Uno de los “argumentos” más socorridos por los detractores del arzobispo de Lima es que sus intervenciones son políticas. En realidad, como le queda claro a cualquiera con un poco de sentido común, lo que les irrita no es que hable de política sino su posición firme y sin medias tintas frente a los tópicos políticos que trata de imponer el caviaraje. Porque si fueran consecuentes, deberían censurar con el mismo rigor al cura Arana y a otros de su especie, que intervienen en política un día sí y otro también.


Pero, claro, cómo van a criticar a aquellos sacerdotes que siguen el postulado gramsciano de destruir las instituciones desde dentro. A ellos, a los que han hecho de la agitación antiminera y antiempresa privada en general un modo de vida, los defienden a capa y espada. Esos son religiosos comprometidos, modernos, defensores de la ecología y los derechos humanos. Cipriani en cambio es un oscurantista, poco menos que Damián en sotana.

Escapa al espacio de esta columna, pero si quisiéramos hacer un análisis más amplio, en realidad hallaríamos que en la progresía no existe laicismo, sino “cristofobia’. No es que a los rojimios, aquí y en todas partes, les molesten las religiones sino el catolicismo. Se rasgan las vestiduras ante las viñetas de Mahoma y sin embargo miran para otro lado cuando se hace burla y escarnio contra los sentimientos y representantes de la Iglesia. Lo dijimos en muchas ocasiones y lo repetiremos hasta el cansancio: calcular la perfidia caviar es un imposible matemático.


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LA RAZON

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo con lo escrito por Uri, la caviarada no le perdona a Rey, el haber desnudado ese mamotreto de miles de paginas y millones de dolares, llamado Informe de la CVR. Quienes conocemos a Rey sabemos de su nobleza y de su honestidad y como bien dices tù, NO TIENE PELOS EN LA LENGUA.

Saludos.

Angel Arbañil