29.8.09

América ya sabe

Por: Hugo Guerra

Ya no cabe duda de que ha sido un gran acierto el pedido público del presidente Alan García para que los gobiernos de Bachelet y Morales descubran su agenda secreta en torno a la eventual salida para la mediterraneidad de Bolivia.

El reclamo de nuestro mandatario ha permitido que por fin chilenos y bolivianos reconozcan que durante los últimos tres años han venido negociando una lista de 13 puntos; algo que no era desconocido, pero nunca frontalmente explicado por las dos partes.

Además, se ha hecho evidente que entre esos puntos el medular es, precisamente, la evaluación de alguna fórmula que permitiría el acceso al Pacífico a Bolivia. Y, más aun, justamente por el secretismo en que eso se ha estado analizando, ha emergido la preocupación de que se habría pensado en algún esquema que implicaría disponer de la provincia fronteriza de Arica, sobre la cual el Perú y Chile comparten soberanía limitada de acuerdo con lo establecido en el Tratado de 1929.

Naturalmente, nada de eso sorprende tratándose de dos países fronterizos cuya trayectoria antiperuana los llevó en el pasado no tan remoto a intentar pactos secretos (como los de 1895, 1904 y 1919) por los cuales se alentaba proyectos belicistas y hegemónicos en contra de nuestro país. Inclusive —y esto nunca debemos pasarlo por alto—, en 1975 los dictadores Banzer y Pinochet acordaron en Charaña un proyecto de disposición de nuestra heredad nacional que solo pudimos parar gracias a la capacidad de disuasión militar de la que entonces disponían nuestras Fuerzas Armadas.

Entre tanto, a partir de la denuncia del presidente García ha salido a la luz que el régimen paceño no solo ha estado alentando negociaciones calificables como traicioneras al Perú, sino también absolutamente contrarias al interés de su propio pueblo. Así se ha defraudado el compromiso de actuar con transparencia y buscando consenso con las fuerzas políticas bolivianas; y, todo a cambio de una burda manipulación chilena. De modo que no hay diferencias objetivas entre el entreguista comportamiento del oligarca-tirano Hilarión Daza del siglo pasado y el del gobierno socializante de Evo Morales.

Resulta indiscutible, entonces, que son una patraña la agresividad verbal y la denuncia infundada respecto a que la demanda peruana presentada ante La Haya afectaría los intereses bolivianos.

Aclarado todo ello, en este momento lo indispensable es actuar rápida y enérgicamente en tres frentes: primero, propiciar una urgente reunión trilateral entre Alan García, Michelle Bachelet y Evo Morales para impedir que la tensión escale; segundo, incrementar la presión política, social, migratoria y comercial en la frontera peruano-boliviana; y, tercero, ampliar la difusión internacional tanto de nuestra posición sobre el diferendo marítimo con Chile, como en el caso de la mediterraneidad boliviana.

“América quiere saber”, ha dicho Alan García. Y ahora América ya sabe que entre Santiago y La Paz se ha venido actuando en contra del Perú y de la estabilidad pacífica de la subregión.

EL COMERCIO

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