24.8.09

Un título que no queremos tener

A fines de los 60 con la Carretera Marginal de la Selva se abrieron grandes extensiones en la vertiente oriental de los Andes. Lamentablemente el Estado, que al abrir la trocha había incentivado a colonos a migrar a esas zonas, los abandonó a su suerte –Velasco no quería saber nada con un proyecto asociado a Belaunde, a quien había derrocado–. Así que no hubo muchas alternativas y el cultivo de hojas de coca para el narcotráfico se fue convirtiendo en la principal actividad económica.

Ahora, 40 años más tarde, el Perú ya pasó de ser un productor de materia prima, a gran exportador de producto terminado. Durante la mayor parte de ese largo período, el Estado no se hizo presente de manera adecuada y esa continua ausencia ha sido en evidente complicidad, ya que ha permitido que se desarrolle una multimillonaria actividad que corroe a la sociedad.

No hay duda de que el riesgo para nuestro país es considerable; basta ver la experiencia del narcoestado boliviano de fines de los 70, o la enorme influencia política que adquirieron los cárteles de la droga en Colombia en los 80 y 90, para ser conscientes de que podemos terminar siendo dominados por el poder del narcotráfico. Incluso el movimiento cocalero, que solo sirve para proteger el cultivo ilegal y la impunidad con la que un grupo seriamente cuestionado continúa operando, indicaría que la influencia del narcotráfico ya llega a los más altos niveles políticos.

Incluso, sucesivos gobiernos simplemente no han tenido interés en combatir al narcotráfico. El avance que se logró a mediados de la década pasada erradicando el cultivo no solo se perdió hace tiempo, sino que con la llegada de los cárteles mexicanos hemos pasado a las ligas mayores del crimen organizado. Mientras que el Estado continúa ausente, para todo efecto práctico.

Por ello el hecho de que hayamos logrado el 'titulo’ de ser el principal exportador mundial de cocaína, lo que es una vergüenza nacional, no puede pasar desapercibido. Se tiene que actuar con urgencia y replantear una estrategia de lucha contra el narcotráfico que evidentemente ha fracasado. No podemos esperar a tener 25 asesinatos diarios, como es el caso mexicano, o tener narcos financiando campañas presidenciales, como fue el caso colombiano, para darnos cuenta recién de que tenemos un grave problema que el gobierno está ignorando.

PERU21

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