26.8.09

Vecinos hostiles

Bajo la premisa que se traduce en el respaldo total de nuestro medio a las declaraciones del presidente de la República del Perú, doctor Alan García Pérez, prestadas a un medio de prensa escrita chileno, echemos una mirada a las perspectivas vecinales donde los protagonistas son, precisamente, Perú, Bolivia y Chile. En principio, respetamos la política exterior de cada Estado. Al mismo tiempo somos prudentes al evaluar los temas que competen –entre otros– a la legítima demanda peruana presentada a la Corte Internacional de Justicia, a fin de que se establezca la delimitación marítima con Chile. En este orden de ideas, es obvio que la intención de Santiago es instrumentalizar a Bolivia en contra del Perú, como ya lo hizo apenas Perú formalizó su demanda denunciando que ésta dificultaría la salida al mar de Bolivia. Este planteamiento obviamente encontró tierra fértil en el altiplano, conocidas las características personales y antiperuanas del grosero líder sindical que conduce los destinos bolivianos. La prueba está en la forma pendenciera como un agitador cocalero, convertido en jefe de Estado, califica soez, ofensivamente a su homólogo peruano.

No tuvo nada de provocador que el primer mandatario de Perú sugiriera que Bolivia y Chile podrían haber llegado a un acuerdo sobre la salida al mar de los bolivianos –como que en efecto ha aceptado encontrarse en tratos el canciller chileno-, cuando Palacio Quemado y La Moneda reconocen que vienen trabajando en una agenda de 13 puntos. Ahora, dada la evolución del mundo, ¿no es acaso conveniente transparentar esas tratativas, más aún cuando Chile, según los tratados posbélicos, tiene que llegar a un acuerdo previo con Perú antes de permitir el acceso marítimo a Bolivia por territorio que fuera nuestro, como Arica?

Las inteligentes declaraciones del presidente García han logrado despejar en algo las sombras que enrarecían el ambiente donde sobresalía la malcriada actitud de Evo Morales. Pero ha obtenido algo más: demostrar que Evo Morales actúa como un falsario, pues según el canciller chileno “no hay nada acordado” sobre la salida al mar del Bolivia. Es decir, ese país asiste a un engaño más por parte de su presidente sindicalero-cocalero, quien hace tiempo se ufana de estar impulsando una solución al centenario problema de su mediterraneidad. Entonces a los vecinos bolivianos de buena fe les toca exigir a sus autoridades una explicación sobre lo qué está haciendo su presidente ante la condena que les impuso Chile de vivir sin océano.

Pero en medio de las aguas movidas en esta parte del vecindario sudamericano, nunca se debe dejar de mirar el pasado. Primero para que nuestra nación no repita los mismos errores. Y segundo para no caer en la necedad de vernos envueltos en intrigas entre Bolivia y Chile contra Perú. Recordemos que en el siglo XIX por la ambición e infraternidad de los chilenos se inició una guerra, a la que entramos nada menos que por solidaridad con la ingrata Bolivia; con el agravante que luego del conflicto armado Chile no respetó ni cumplió los tratados que había suscrito. De lo contrario Bolivia hace tiempo habría resuelto su enclaustramiento, y Perú no tendría que acudir a La Haya en busca de justicia y equidad.

EXPRESO

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