31.8.09

La ruta de Unasur

La Organización de Estados Americanos (OEA) es inoperante, burocrática y no deja de acusar un avanzado anquilosamiento. Por eso el espacio multilateral abierto por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) aparece hoy como un foro ideal donde no exista la retórica ni las mociones etéreas, especialmente en el seno de las naciones latinoamericanas. Hizo bien entonces el jefe de Estado del Perú cuando manifestó en Bariloche –frente a sus homólogos- que Unasur debe avanzar un tanto más, precisando que ello pasa por corregir las mecánicas gaseosas –y no vinculantes– que existen en este tipo de cumbres.

Pero además, el presidente Alan García planteó pasos concretos en pro de la transparencia, honestidad e integración de los pueblos sudamericanos. Calificó de vergonzoso el insulto que mientras existen millones de seres humanos que sobreviven apenas con un dólar al día, se haya gastado el año pasado 38 mil millones de dólares en compra de armas de estricto carácter ofensivo y sofisticado. Pero al lado de los viejos principios de soberanía y no intervención en asuntos internos de las naciones, se elevan en el presente sólidamente nuevos derroteros bajo el paraguas de la globalización, la sociedad de la información y la sinceridad fraternal que debe primar entre países unidos por un pasado común, lengua, historia y un futuro que, si bien es promisorio, no está exento de retos y amenazas.

Hace poco el primer mandatario de Ecuador, Rafael Correa, asumió la presidencia pro témpore de Unasur, rol que viene desempeñando con acierto y que, tal parece, continuará ejerciéndolo con seriedad y tino. Hecho que saludamos a la par que formulamos votos para que durante su administración se sienten bases firmes que impulsen vigorosamente a este organismo regional. Pensamos que dos temas deben ser los referentes concretos durante la presidencia del mandatario Correa. Uno es enfrentar sin temor el armamentismo y el segundo prestar atención a la situación de Perú, Bolivia y Chile.

No olvidemos que el presidente de Unasur dijo en días pasados que el tema de la salida al océano del Alto Perú –planteado por el jefe de Estado Alan García tras aludir que La Paz y Santiago tramaban algo escondido bajo la mesa– podría verse en otra cumbre de Unasur porque la cita extraordinaria de Bariloche sólo podía abordar el tema de las bases militares colombo-estadounidenses que motivan la protesta de la Venezuela chavista. Este gesto muestra la buena voluntad del Perú, al poner todas las cartas sobre la mesa en la relación bilateral con Bolivia y Chile, escenario que debe interpretarse al amparo de la situación sui géneris y legítima que nació del Tratado de 1929 (complementario al de Ancón de 1883), firmado entre el Perú y Chile, según el cual ambas naciones deberán ponerse de acuerdo respecto a cualquier salida al mar de Bolivia por Arica.

En consecuencia, mientras esos dos puntos se configuran por los cauces diplomáticos y los mecanismos de Unasur, a la comunidad latinoamericana le corresponde poner en debate tanto el derroche de multimillonarios recursos aplicados a excesivas adquisiciones de armas letales por ciertos países –Chile y Venezuela, en particular– y, de otro lado, llegar a la conciencia latinoamericana para definir la falta de sindéresis que envuelve las relaciones entre Perú, Bolivia y Chile.

expreso

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