24.8.09

La diablada de Chile

El presidente Alan García ha sembrado vientos y cosechado tempestades en las relaciones con Bolivia. Desde el comienzo de su actual gestión expresamos preocupación por su melifluo acercamiento a Chile, que iba a la par con su abierta hostilidad contra Bolivia.

Esa línea no fue dictada por razones nacionales, sino por criterios políticos antinacionales: la sumisión a la política de Estados Unidos.

Debido a su alineamiento proyanqui, García ha causado mucho daño a la seguridad nacional. Ahora lo agrava con declaraciones al diario La Tercera en que da la razón a quienes creen que el Perú obstaculiza la solución de la justa aspiración boliviana de salida soberana al mar.

Cuando entre Bolivia y Chile se habló de un posible intercambio de mar por gas, ha dicho García, “el tema fue que estábamos interesados en que la salida del gas boliviano se hiciera por territorio peruano”.

No es exacto. La argumentación peruana se basó no sólo en lo que convenía al Perú, sino también a Bolivia. No olvidemos que el derrocamiento, por insurrección popular, del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada ocurrió precisamente porque pretendía que el gas boliviano fuera exportado a través de un puerto chileno.

Estudios económicos independientes y serios demostraron cómo petroleros norteamericanos y políticos chilenos y bolivianos habían falseado datos para hacer creer que era más barato dar salida al gas por Chile, que está más lejos que el Perú de los países consumidores de Norteamérica.

Esa infortunada frase de pie al canciller de Chile, Mariano Fernández, para declarar a La Tercera: “el presidente García reconoce que algo hizo para bloquear y para que el gas fuera por Perú”.

La verdad es que Chile, aprovechando la animadversión de García y de la Cancillería peruana contra Bolivia, ha tendido puentes diplomáticos a Bolivia. El canciller chileno acaba de reconocer que Bolivia y Chile “trabajan de manera reservada en una agenda de 13 puntos”.

Bolivia debe ser cauta. La historia indica que Chile tiene afán expansionista, que incluye, de acuerdo con el programa geopolítico ideado por Pinochet, la mutilación del Perú y “la polonización de Bolivia”; es decir, su desintegración. Los fascistas de Santa Cruz van en esa dirección.

Sabido es que, desde los días de Diego Portales, Chile busca la división entre peruanos y bolivianos, y en el interior mismo de Bolivia y el Perú.

La diplomática peruana Carolina Leciñana Falconí recuerda en su libro La guerra del Pacífico 120 años después que, “en el curso de las negociaciones de 1866, el gobierno chileno ofreció a Bolivia ayuda para apoderarse de las provincias de Tacna y Arica”.

¡Y Chile ya preparaba la agresión contra Bolivia y el Perú!

La lección es que el Perú y Bolivia necesitan ser amigos y aliados

LA PRIMERA

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