27.8.09

Celebrar nuestra ciudadanía

Por: Beatriz Boza

A demás de invertir, dar empleo, pagar impuestos, competir, innovar, ser viable, ¿tiene el empresario peruano que hacer algo más de todo lo que ya hace para garantizar el futuro? ¿No es acaso la responsabilidad del Estado dar un buen servicio y usar eficientemente los recursos de nuestros impuestos? ¿Por qué si pagamos impuestos, cuidamos de no ensuciar la calle y respetamos las reglas de tránsito tendríamos que premiar a los funcionarios públicos que hacen las cosas bien? Anoche, en la residencia de la embajadora británica y con el auspicio de este Diario, se premió la excelencia en la gestión pública. Una noche que parecía una fiesta del Estado, una celebración del aparato estatal.

La realidad es que lo que nos convocó es la forja de ciudadanía, porque así como una madre solo es tal frente a su hijo, y el profesor se define frente a sus alumnos, el Estado solo es tal en función de la ciudadanía, en función de todos y cada uno de nosotros. Ese vínculo ineludible entre la autoridad y su gente, entre el poder público y el mandato ciudadano, entre el proveedor estatal y la libre actividad privada, entre representantes y representados. Celebramos ese vínculo de coexistencia porque uno permite y da sentido al otro.

No somos pobladores, ni meros habitantes del Perú, ni usuarios de servicios estatales o beneficiarios de dádivas gubernamentales, tampoco votantes esporádicos, somos ciudadanos con derechos y deberes, más allá del día del sufragio.

Sin un Estado que garantice partos seguros y hábitos de higiene y alimentación, muchos peruanos morirían al nacer o crecerían desnutridos. Sin autoridades que nos den identidad y que nos faciliten los trámites no seríamos nadie y no podríamos trabajar. Sin funcionarios que promuevan la apertura de mercados, nuestra producción no sería competitiva y menos aún rentable. Sin gestores públicos que entiendan nuestra diversidad cultural no habría posibilidad de diálogo. Sin un Estado que vele por la justicia y nuestra seguridad, viviríamos según la ley de la selva. Sin gobernantes que escuchen, el sistema se deslegitimaría y tendríamos solo un Estado sordo, ciego, manco y mudo. Y no seríamos ciudadanos.

Nos vestimos de gala para reconocer y agradecer a todos los funcionarios con vocación de servicio y empeñados en hacer las cosas bien en beneficio de la ciudadanía, que nos permiten a los peruanos en todos los rincones del país apreciar y sentir lo que significa ser ciudadanos.

EL COMERCIO

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