29.8.09

Democracia es paz

CERCA DEL FIN, ¿LEJOS DEL COMIENZO?

Por: Manuel Bernales Politólogo

El régimen de Roberto Micheletti muestra precariedad desde su inicio. Como declaró Germán Espinal, embajador de Mel Zelaya en Caracas, la comunidad internacional impidió que el golpe se consumara. Sigue el aislamiento internacional, pese a las débiles gestiones de ex presidentes hondureños, dirigentes de los partidos centenarios Liberal y Nacional, líderes del empresariado, iglesias, numerosos sectores de la sociedad y titulares de organismos del Estado.

Continúan las investigaciones sobre la gestión de Zelaya revelando hechos punibles. Pero el bloque gobernante repite argumentos válidos únicamente para los hondureños, no para la comunidad internacional, que desde Washington hasta Caracas presiona para la reinstauración de Zelaya; una parte de ella tampoco reconocería un régimen nacido de elecciones anticipadas o en fecha constitucional, sin él como presidente.

Parecería que sectores minoritarios del Partido Liberal formarían un movimiento político capaz de permanecer y representar a muchos disconformes con la continuidad del estado de cosas. Zelaya es ahora un líder expresivo —¿durará?— y representa variopintos movimientos internacionales sociales y políticos y estados que en América Latina y el Caribe comercian, como lo hace Venezuela, pero antagonizan con Estados Unidos.

Crisis internacional, deterioro comercial, sensible merma de remesas, cese de créditos, donaciones y restricciones petroleras son factores decisivos que impedirán efectividad y solución de problemas embalsados hace décadas, en desfavor del régimen que hasta hoy tiene consenso interno.

Pero seguridad, trabajo, paz y tranquilidad no podrían asegurarse, ni mantener a Micheletti. Voceros del empresariado dicen que pueden resistir hasta las elecciones a finales de noviembre. La defectiva situación socioeconómica impactará la pasividad de mayorías sometidas hace decenios a una política del conformismo tanto por sus líderes como por las acciones psicosociales que Washington ha desarrollado desde la Guerra Fría.

El frente interno hondureño, mayoritariamente contra Zelaya hasta hoy, no renunciaría a la continuación de las investigaciones y procesos legales iniciados por el Congreso y las autoridades judiciales que mantienen su legalidad y legitimidad. Si regresa, dicen, será para ir a tribunales.

Óscar Arias plantea un camino difícil quizás imposible: que vuelva Zelaya como condición insustituible para un acuerdo consensuado. En San José demandó más apoyo a su planteamiento de diálogo y cultura de paz, cuyo fin último es la reconciliación y la no violencia.

La OEA sigue siendo un marco necesario, pero ha llegado una contradicción esencial a la Carta Democrática: respeto por la soberanía y régimen interno o intervención ¿paradoja o dilema?

Arias, el cardenal Rodríguez y la gran mayoría de los hondureños afirmarían como finaliza Brecht su obra póstuma: “Democracia es paz”.

EL COMERCIO

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