25.8.09

Rashomon

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Una vez más, a propósito de las declaraciones del presidente García a La Tercera, constatamos que la política peruana –y la cobertura que de ella dan algunos medios– bien podría servir para una remake de Rashomon, la inolvidable película de Kurosawa donde cada uno cuenta la historia a su manera.
Por ejemplo, lo que a nosotros nos pareció tibieza, a otros se les ha antojado un exceso en el que un mandatario no debería incurrir. Hemos revisado, de nuevo, la entrevista y nos ratificamos en todo lo dicho en la columna anterior. Más allá de algunos comentarios en los que el presidente trasluce un poco de firmeza (no nos van a pisar el poncho, vamos a ganar en La Haya) lo cierto es que el tono general es complaciente, con numerosos guiños políticos a los vecinos sureños. Y con un propósito tan obvio de darle una carga positiva a una relación históricamente hostil que nos sorprende que haya quienes la juzguen aguerrida o imprudente.

Porque, ponchos aparte, lo que le está diciendo García a Bachelet en la entrevista de marras es que no debe preocuparse por esos locos, torpes y primitivos que alertan respecto al armamentismo chileno y sobre la necesidad de contar con unas Fuerzas Armadas dignas de ese nombre. Esos son jingoístas que no entienden nada, Michelle. Nosotros vamos a seguir con el desarme unilateral que instauró Toledo, no te preocupes. Confiamos en la diplomacia, en que los papeles son más poderosos que los F-16. Tú sigue nomás.


Ese es el fondo. ¿Y a eso lo llaman exabrupto?

Pero, bueno, no deberíamos sorprendernos. Nos hemos acostumbrado a la tibieza, a creer que si somos buena gente van a ser más amables con nosotros en la próxima guerra de rapiña por el agua y el gas. Lo políticamente correcto es portarse como el ministro de Economía, hijo de un militar que sin embargo escatima fondos a las FF AA. O como el ministro de Energía y Minas, que sabotea millonarias inversiones en energía eólica sin importarle que se vayan a Chile y defiende la exportación del gas con empeño digno de mejor causa (hoy va al Congreso a dar explicaciones; ojalá se las pidan, y bien claras, porque el titular de la Comisión que lo interrogará lo visitó en su despacho y solo el Cielo sabe qué diablos pactaron).

Las declaraciones del presidente García a La Tercera, en suma, lo muestran como un partidario del soft power, de la negociación que todo lo arregla (cuando muchas veces eso equivale a barrer los problemas debajo de la alfombra). En La Moneda, en cambio, creen en el hard power, en el postulado hobbesiano según el cual de nada sirve la diplomacia si detrás no hay poderío militar.

Es cierto que económicamente estamos más sólidos que antes y que allá nos miran con cierta admiración por eso. ¿Pero nos respetan? No. Para que nos respeten deberíamos hacer lo que aconsejaba Vegetius en su Epitoma Rei Militaris, hace más de 2,300 años: Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum.


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LA RAZON

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