25.4.09

Habana Club

Por Mirko Lauer

La cumbre de Trinidad y Tobago ha dejado un sabor a movida efectista de Washington: devolverle a La Habana aquello que le había retirado hace ya algunos años. Los cubanos en la calle celebraron, su gobierno agradeció, pero también dio a entender que el retorno de visitas y remesas era demasiado poco. Los más optimistas consideran que solo fue un comienzo.

Entonces, ¿por dónde sigue la cosa? La cumbre misma no aportó nada nuevo o prometedor, salvo el desenganche de Cuba respecto de la retórica de Caracas. Esta semana el ex Canciller mexicano Jorge Castañeda ha publicado en The Wall Street Journal una propuesta novedosa para lo que llama “cuadrar el círculo”.

“Se parte –propone Castañeda– del fin unilateral del embargo. No se espera nada de Cuba. Pero a cambio de ello se esperaría que actores latinoamericanos claves se comprometan activamente a buscar la normalización entre Washington y La Habana, y a forzar a Cuba a establecer una democracia representativa y el respeto a los derechos humanos”.

La idea nueva es que Cuba podría ser sensible a una suerte de mediación fuerte de América Latina. La idea que desaparece es que el embargo por sí solo puede efectuar una transformación política de Cuba. La idea polémica es que los EEUU deben ceder en el pulseo con Cuba y dejar esa tarea en otras manos.

América Latina ha vivido en el mejor de los mundos frente al tema cubano. Participa de la tácita ilegitimación de su gobierno en el espacio de la OEA, pero mantiene relaciones con él (desde el inicio un signo de independencia frente a Washington). Al mismo tiempo considera que esa dictadura de partido único es un problema de los EEUU.

Sin embargo Castañeda se mantiene dentro de la línea que ve las presiones efectivas llegando todas desde fuera de la isla. El cambio cubano no vendría como exclusiva voluntad política interna sino, como dicen Lennon y McCartney, con un poco de ayuda de sus amigos. ¿Es esto realista? Es lo que ha pasado por realismo hasta el momento.

Un diplomático peruano comentó hace poco en privado que una transición cubana se parecería un poco a la transición española de 1975-1982, con Raúl Castro en el papel del rey Juan Carlos, el complaciente facilitador. Solo que el Francisco Franco cubano vive todavía, y el Adolfo Suárez todavía no aparece.

La propuesta de Castañeda debería servir por lo menos para que los países más importantes de América Latina coloquen el tema cubano en sus agendas internacionales, más allá del clásico pedido a Washington. Ya que ningún gobierno de izquierda en la región preconiza ir hacia el modelo cubano, podrían sincerarse y proponer a Cuba el camino inverso.

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