29.4.09

Rosales, con espinas

Por Mirko Lauer

La reacción destemplada del gobierno venezolano por el asilo a Manuel Rosales, considerado su principal opositor, es el equivalente de una pequeña pataleta diplomática. Sabemos que Hugo Chávez es propenso a sacar y luego poner a sus embajadores como fichas en un juego, lo cual en cierto modo han demostrado ser en más de un país.

El gobierno peruano concedió el asilo, pero a la vez reiteró su buena disposición hacia Caracas. Eso ha suavizado en algo la ira de Caracas, pues Armando Laguna, embajador interino, solo ha sido llamado en consulta. Arístides Medina Rubio,
el embajador formal, obtuvo el agrément aquí hace menos de una semana, quizás como parte del apaciguamiento.

Es cierto que Rosales tiene acusaciones serias en Venezuela. Irónicamente, estas son las que decidieron el asilo. Pues
si no hay cómo probar persecución política, parece claro que en aquel clima político es casi imposible que el juicio al alcal-
de de Maracaibo no convierta al debido proceso en un linchamiento en regla.

La identificación que ha hecho Caracas entre las acusaciones a Rosales y los cargos probados y por probar de Vladimiro Montesinos es, por decir lo menos, hiperbólica. Lo cual ya de por sí habla de un pobre clima de ecuanimidad en esa plaza, como si pensaran que el asilo fortalecerá a Rosales. Lo más probable es que sea al contrario.

Los motivos para conceder el asilo son varios: el mérito de la situación misma, las convenciones firmadas, la historia política latinoamericana, y por último las tradiciones del Perú y del aprismo. Rosales ya es el tercer político venezolano al que se le concede el asilo. Lo preceden un dirigente laboral nacional y un ex gobernador.

En verdad el Perú viene asilando políticos y golpistas venezolanos desde los años 90, a un ritmo y en un volumen que nos vuelve una suerte de botadero del candente ánimo caribe. Chávez no protestó cuando los asilados eran suyos, y lo hizo poco cuando fueron golpistas frustrados fugazmente reco-nocidos por Washington, hace unos pocos años.

En cuanto al locuaz Rosales, es importante no confundir el asilo con un lavado de cara. Sin duda es posible ser a la vez antichavista y pícaro, por lo cual toda prueba seria en torno de las acusaciones, en un sentido o en otro, debería ser bienve-
nida en el espacio de la curiosidad pública peruana. Rosales podría ser el primer interesado.

En cuanto a las relaciones diplomáticas, es de esperar que estas superen el bache. Venezuela y Perú intercambian unos US$1,000 millones de mercadería al año, lo cual es importante para ambos países. De otra parte Caracas y Lima están destinados a encontrarse a la vuelta de cada esquina en el vecindario regional. Mejor hacerlo con una sonrisa.

LA REPUBLICA

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