30.4.09

Pan y plan para el pueblo

El régimen aprista no puede con su genio: sigue urdiendo medidas contra el pueblo trabajador y en especial contra los sindicatos. Lo reflejan las madres del vaso de leche, los pueblos amazónicos, los despedidos, los trabajadores de construcción civil que se enfrentan a delincuentes disfrazados de obreros.

La ofensiva piloteada desde Palacio de Gobierno se manifiesta, por su parte, en dispositivos engañosos. Por ejemplo, el liberar el 100% de la Compensación por Tiempo de Servicios (CTS) en los depósitos de este año. Este supuesto regalo de Papá gobierno es, en el fondo, una puñalada por la espalda.

No se puede olvidar que la CTS es un mínimo seguro de desempleo, puesto que se cobra al final de un desempeño laboral.

Si se quisiera favorecer a los trabajadores, dos medidas serían perentorias: legislar contra los despidos en masa y elevar sueldos y salarios, en particular el salario mínimo.

En esta columna hemos propuesto que el aumento de sueldos empiece por el sector público. Sabido es que esos aumentos no se trasladan al precio de los productos.

En cuanto a los despidos, el actual régimen no sólo tolera los despidos en masa, sino que él mismo los practica.

Esos licenciamientos se descargan sobre todo en trabajadores que han cometido el pecado de organizar un sindicato, o adherirse a él.

Hay que denunciar una maniobra grave contra los derechos laborales y hasta contra la paz social: la creación de organizaciones sindicales paralelas. Esto último ocurre contra la Federación de Trabajadores de Construcción Civil y sus bases. Lo vemos a cada rato en Lima y Callao, y lo acabamos de ver en Chimbote.

Conocemos casos en los que un sindicato reconocido por el Ministerio de Trabajo y respaldado por sus afiliados, ve aparecer un sindicato paralelo. El oficialismo es patente: no sólo porque se otorga garantías a los usurpadores, sino que incluso se les conceden mejoras que la organización legítima reclamaba hace años.

Desde que el Apra se convirtió en gobierno o cogobierno, ha buscado dividir, reprimir y desconocer al sindicalismo auténtico (con historia y todo).

Alan García, que vivió en México en los días del corrupto Partido Revolucionario Institucional, quiere practicar lo allá aprendido.

En el libro Le syndicalisme dans la mondialisation, fruto de un coloquio internacional realizado en París, vemos que ese corporativismo mexicano se bate en retirada. A golpes, sobre todo, del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que ha reducido el ingreso de los trabajadores urbanos y rurales.

En México, el PRI usufructuó el ascenso agrarista y nacionalista de los años 30 y 40. En el Perú, la maniobra antisindical surge bajo un régimen en picada, cuyos mílites “sindicales” se reclutan en los barracones del Lumpenproletariat.


LA PRIMERA

No hay comentarios: