19.4.09

Un contralor conversado

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

¿A la tercera va la vencida en la Contraloría?

Con Edmundo Beteta nos perdimos un buen contralor, y con Ingrid Suárez nos salvamos de alguien inconveniente, pero ya tenemos medio año con la Contraloría General de la República acéfala, una situación anormal que se debe remediar cuando antes. ¿A la tercera será la vencida?

El puesto es muy importante en la operación del Estado por el papel crucial que tiene en el manejo transparente de los recursos del sector público. El problema para su pronta designación es que este proceso se ha politizado.

Primero, Alan García propuso, cuando era candidato, que el Contralor sería nombrado por el Congreso Nacional –como manda la Constitución– pero no a partir de una propuesta del presidente de la República –como también establece la Constitución– sino de una terna que sería presentada por los grupos políticos de oposición en el Congreso.

Pareció un gesto valioso de desprendimiento de un candidato que pretendía proyectar una imagen de honestidad ante el elector. Pero, una vez en el gobierno, el presidente García se arrepintió del ofrecimiento, lanzó una candidata que fue un fracaso, luego jugó con la oposición al solicitarle nombres y, cuando se los dieron, ni siquiera tuvo la gentileza de pedirles su hoja de vida –al menos para ‘hacer la finta’–, y después, cuando envió a su segundo candidato, se lo rechazaron.

Lo evidente es que en este Congreso fragmentado que nos ha tocado no se cuenta con una mayoría clara, lo cual obliga a que las votaciones que necesiten acuerdo multipartidario –como esta del contralor– deban ser conversadas y negociadas. Para mal, o para bien, nos guste o no, así son las cosas.

Por ello, es importante que el premier Yehude Simon haya anunciado que se buscará consenso para la elección del nuevo contralor, y que en la oposición se haya mostrado disposición para concertar con el gobierno para dicho fin.

Para que esa negociación sea exitosa –es decir, que al final se acabe designando en el Congreso a un contralor capaz, decente y honesto–, lo que se necesita ahora es que el gobierno y la oposición se sienten a conversar con responsabilidad, prudencia y reserva, sin estar soltando nombres a diestra y siniestra, ni utilizando el proceso con fines que no sean otros que los de elegir a alguien que contribuya a mejorar la transparencia y la honestidad en el manejo de los recursos públicos en el país.

Es decir, alguien con decencia comprobada, que entienda el papel de una contraloría moderna, que sea independiente, con prestigio y que tenga la capacidad de moverse bien en la política peruana.

LA REPUBLICA

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