25.4.09

¿Un museo descentralizado?

LA MEMORIA DEBE TRASLADARSE A HUAMANGA


Por: Jacques Bartra Diplomático

La iniciativa de crear un museo de la memoria está inspirada en los objetivos de preservación y transmisión del recuerdo de pasados traumáticos que marcaron de forma colectiva a una sociedad, con el fin de que estas experiencias destructivas y tanáticas no se repitan. Como el Holocausto en Alemania es, también, el caso de nuestra sociedad, que sufrió el flagelo del terrorismo iniciado por Sendero Luminoso y el MRTA, el mismo que desató un enfrentamiento que involucró al Estado y a las fuerzas de seguridad y que generó excesos lamentables contra los derechos humanos de los cuales somos testigos de primera fila.

Más allá de cualquier identificación o polémica ideológica, sorprende el informe de la CVR cuando señala que tres de cada cuatro víctimas del conflicto eran quechuahablantes. Lo cierto es que fue en las zonas rurales y más pobres del Perú donde se concentró el mayor número de muertos y desaparecidos, lo que provocó un sentimiento de exclusión e indiferencia en la medida que los sectores más deprimidos de nuestra sociedad fueron los más vulnerables a la extrema violencia.

La muestra “Yuyanapaq” representa un interesante espacio conmemorativo que utiliza el arte fotográfico como herramienta de conocimiento y recuerdo de una realidad traumática que marcó para siempre a nuestra sociedad y que resulta absurdo pretender obviar o negar.

De ahí que la luz verde a la iniciativa del museo de la memoria que Alemania ha ofrecido financiar significa un paso positivo a la reconciliación de los peruanos a través de la creatividad del arte y la introspección. La comisión que preside Mario Vargas Llosa y que incluye a connotadas personalidades como el pintor Szyszlo y el antropólogo Juan Ossio debe estar muy atenta a la participación de la sociedad civil en su conjunto para que en el museo se sientan representados todos los peruanos sin exclusión, incorporando distintas visiones que reflejen de la manera más objetiva e inclusiva la pluralidad de nuestra diversidad social, aunque enfatizando, claro está, la violencia que gravitó principalmente sobre las víctimas y desaparecidos.

Recordemos, al respecto, cómo la escultora Lika Mutal buscó plasmar un sentimiento de solidaridad frente a la violencia en el monumento lítico “El ojo que llora”, provocando un execrable atentado producto de la intolerancia y el oscurantismo que aún prevalecen en muchos estratos sociales, incapaces de abrirse a las nuevas corrientes culturales inspiradas en la democracia y la inclusión. La alternativa de construir el museo en Ayacucho, la antigua Huamanga, lugar principal donde se originó el fenómeno terrorista, podría significar una posibilidad diferente y propiciatoria de una mentalidad descentralizada cuyo opuesto, ciertamente, contribuyó a potenciar la expansión de la violencia y el resentimiento.

EL COMERCIO

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