19.4.09

Recién llegan, ya están partiendo

Por Mirko Lauer.

Sus recientes choques con el Poder Judicial sirven para recordarnos que los políticos, como los estudiantes, son un gremio permanentemente inmaduro, por definición. Al igual que los estudiantes, cuando ya aprendieron, es hora de pasar a otra actividad. Pero aquí es al revés: en un sistema electoral deben desplazarse precisamente los que no aprendieron.

Sin duda conocemos casos de permanencia gracias al buen aprendizaje, pero son los menos. Se trata de los políticos de real talento, los fundadores o herederos de partidos, las personas que ubicaron un tema indesgastable, o los que sin necesariamente tenerlo pertenecen a un partido con estabilidad.

Salvo cuando hay carisma de por medio, esta permanencia del político no tiene premio, y para ella está más bien la frase sobre eternizarse en el poder. Como que el público prefiere decepcionarse con los nuevos, que es lo más frecuente, antes que aburrirse con los conocidos. Aunque los nuevos dejan de serlo muy rápido.

En un sistema de representación hay cosas que decir a favor de sangre nueva en cargos de poder. Siempre y cuando exista algo parecido a un sistema de selección de personal, que en una democracia son los partidos democráticos dignos de ese nombre. De otro modo estamos ante un costoso juego de azar, con demasiada rotación como para que haya aprendizaje.

El epicentro de este problema es el Congreso, donde el efecto demostrativo de la actuación pública mantiene bajísima la tasa de reelección. Esto se debe a que un alto porcentaje de sus integrantes siempre da sorpresas: por su nivel educativo, por sus modales, por su ética, por su proclividad a la criollada. A estas alturas pocos esperan otra cosa.

Ahora bien, la parte perennemente inmadura de este gremio tiene una irrefrenable tendencia a chocar con gremios más estables e institucionales. Pues el Estado tiene instituciones con sistemas no partidarios (el escalafón con ascensos, la competencia profesional, los estudios especializados) que reducen mucho el porcentaje de improvisados.

En cambio los políticos, elegidos o designados, nacen de una fiesta, y tienden a pensar que siguen en ella después de que todos se han retirado del salón, cuando solo la curiosidad del periodismo los acompaña. Este ángulo festivo más algunos privilegios constitucionales tienden a volverlos irrespetuosos frente a otros poderes del Estado.

Un alto porcentaje de congresistas no resistiría una investigación de su persona como las que ellos aplican a los demás. Se podrá decir que ese no es el tema, pues mirar la paja en el ojo ajeno es una obligación de la función. Perpetua inmadurez, perpetua adolescencia. Muchachas, muchachos, las normas judiciales son más importantes que las de la pandilla.

LA REPUBLICA

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