25.4.09

Libertad para torturar

Como se sabe, Condoleezza Rice, secretaria de Estado de George W. Bush, recibió ese nombre de pila debido a las aficiones musicales de su hogar. En las partituras de su casa menudeaba el con dolcezza, es decir, “con dulzura”, para la ejecución de piezas de piano.

Rice, abogada y engreída de grandes Consorcios petroleros, fue en la política exterior de Estados Unidos la encarnación de la dureza. Ahora se descubre que esta señora que se llenaba la boca con palabras en pro de los derechos humanos era en verdad patrocinadora de la tortura.

Rice estuvo de acuerdo con el empleo de “métodos alternativos” de interrogatorio a cargo de la CIA. Así lo ha expuesto un informe del Comité de Servicios Armados del Senado estadounidense.

No había dolcezza alguna en los modales que Rice autorizó cuando, en el 2002, era consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Entre los métodos autorizados figuraban la asfixia simulada, el encierro del preso en celdas estrechas repletas de insectos, la privación del sueño y otras delicadezas.

Tampoco Bush escapa a la denuncia senatorial. Indica ésta que el 7 de febrero del 2002 firmó un memorándum para anular el cumplimiento del Artículo 3 de la Convención de Ginebra que fija el tratamiento que debe darse a los prisioneros de guerra.

Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Bush, también resulta implicado en el empeño torturador.

“El abuso de detenidos bajo custodia estadounidense no puede atribuirse a acciones de una pocas manzanas podridas a iniciativa propia”, señala, por eso, el informe.

La información implica que bajo el régimen de Bush hubo una violación sistemática de los derechos humanos.

El asunto es tan grave que el presidente Barack Obama ha reconocido que los funcionarios que autorizaron la tortura podrían ser procesados. No les espera, por supuesto, la Corte Penal Internacional, puesto que Washington no se adhiere a esa institución, pero la justicia estadounidense debería actuar.

Los crímenes contra los derechos humanos son costumbre de las autoridades de Estados Unidos. Las guerras contra Irak y contra Afganistán acarrean numerosos casos que bastarían para abastecer un nuevo Tribunal de Nuremberg.

La doctrina Bush, de acuerdo a la cual Washington puede emprender una guerra preventiva contra cualquier país que pudiera ser una amenaza, expresa el carácter bandidesco del imperio. Como lo expresó Foreign Policy, órgano de la Fundación Carnegie, en su edición de setiembre / octubre del 2003, esa doctrina viola la Carta de las Naciones Unidas.

La tortura contra las personas es coherente con un régimen capaz de emprender una guerra injusta. Desde el punto de vista del derecho internacional, no hay distancia entre masacrar a un pueblo y torturar a un individuo. Bien lo sabemos en América Latina.

la primra

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