En estos días circula con profusión por Internet un mensaje del presidente francés Nicolas Sarkozy, desnudando a la izquierda en su versión caviar (en francés les dicen gauche champagne). Varios amigos –entre ellos el que de vez en cuando envía acertados y punzantes comentarios– nos lo han remitido con la recomendación de leerlo de pie, acompañado de un chapeu, monsieur Sarkó.
Efectivamente, dicho mensaje merece un chapó. El hecho de que tenga una antigüedad de casi dos años –en esta columna, modestia aparte, lo citamos en junio de 2007– le agrega mayor brillo, porque bien podría haber sido pronunciado ayer. Y lamentablemente, en el futuro también conservará vigencia, ya que los caviares parecen compartir las características de cierto Ortóptero, nocturno y corredor, de unos tres centímetros de largo, considerado el único ser viviente que podrá sobrevivir a un ataque nuclear. Si tal hecatombe se produjera, tengan por seguro que, junto a estos masticadores sencillos que se desarrollan en los ambientes más insalubres, saldrán de las ruinas de “Eisha” y de las 4x4 destrozadas algunos individuos portando cartelitos y velitas y gritando “a-se-si-nos” .
Bueno, en este caso, la repetición no es una ofensa. Esto es parte de lo dicho en su momento por Sarkozy de la izquierda, suya y nuestra.
“Dan al prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a los demás comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí mismos. Proclaman: ‘Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago’. Esa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los privilegios.
“La izquierda que no ama a la Nación porque no quiere compartir nada. Que no ama a la República porque no ama la igualdad. Que pretende defender los servicios públicos, pero que jamás veréis en un transporte colectivo. Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún ‘okupa’, pero que no aceptaría que se instalaran en su casa”.
Magnífico retrato, reiteramos, de quienes se la pasan maldiciendo el ayer para sacar ventaja en el presente. De aquellos que pretenden instaurar una memoria dolosamente parcializada y quedar ellos fuera. De los que dedican su tiempo a hacer moral para los demás, sin ser capaces de aplicársela a sí mismos. Eso, pese a ser deudores de tan siquiera una mínima autocrítica, tras haberse desempeñado por años como aliados, cómplices y emisarios de la violencia terrorista y luego de la saña y la persecución política a quienes la derrotaron.
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LA RAZON
Efectivamente, dicho mensaje merece un chapó. El hecho de que tenga una antigüedad de casi dos años –en esta columna, modestia aparte, lo citamos en junio de 2007– le agrega mayor brillo, porque bien podría haber sido pronunciado ayer. Y lamentablemente, en el futuro también conservará vigencia, ya que los caviares parecen compartir las características de cierto Ortóptero, nocturno y corredor, de unos tres centímetros de largo, considerado el único ser viviente que podrá sobrevivir a un ataque nuclear. Si tal hecatombe se produjera, tengan por seguro que, junto a estos masticadores sencillos que se desarrollan en los ambientes más insalubres, saldrán de las ruinas de “Eisha” y de las 4x4 destrozadas algunos individuos portando cartelitos y velitas y gritando “a-se-si-nos” .
Bueno, en este caso, la repetición no es una ofensa. Esto es parte de lo dicho en su momento por Sarkozy de la izquierda, suya y nuestra.
“Dan al prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a los demás comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí mismos. Proclaman: ‘Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago’. Esa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los privilegios.
“La izquierda que no ama a la Nación porque no quiere compartir nada. Que no ama a la República porque no ama la igualdad. Que pretende defender los servicios públicos, pero que jamás veréis en un transporte colectivo. Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún ‘okupa’, pero que no aceptaría que se instalaran en su casa”.
Magnífico retrato, reiteramos, de quienes se la pasan maldiciendo el ayer para sacar ventaja en el presente. De aquellos que pretenden instaurar una memoria dolosamente parcializada y quedar ellos fuera. De los que dedican su tiempo a hacer moral para los demás, sin ser capaces de aplicársela a sí mismos. Eso, pese a ser deudores de tan siquiera una mínima autocrítica, tras haberse desempeñado por años como aliados, cómplices y emisarios de la violencia terrorista y luego de la saña y la persecución política a quienes la derrotaron.
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LA RAZON
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