13.5.09

Deslucida aura popular

Todavía no se aquilata en toda su magnitud la participación de la consorte del ex candidato a la presidencia del país, Ollanta Humala, jefe del Partido Nacionalista (PN). Por si acaso la señora Nadine Heredia no es una ciudadana que se dedica a sus asuntos privados o que ejerce el derecho al trabajo libre de ataduras y sin importarle la transparencia ante la opinión pública. Se trata de una dirigente política estrechamente ligada al expansionista presidente de Venezuela, que además ha participado de manera muy activa –inclusive financiando al partido político al que pertenece– en la campaña electoral del 2006, donde –por fortuna no fue así– casi resulta colocada en condición de primera dama de la nación. Nadie critica el derecho de una ciudadana a realizar consultorías, ni a contratar o a recibir donaciones privadas. Lo cuestionable es cuando esa persona, que forma parte de un círculo partidario, recurre a evasivas, como sucedió en la conferencia de prensa llevada a cabo en una sala del Palacio Legislativo, donde la señora Heredia no ejerce cargo alguno no obstante lo cual se da el lujo de usar el local del primer poder del Estado como si fuera propio. Es más, para las elecciones previstas el año 2011, es evidente que su esposo, Ollanta Humala, aspira a ser candidato a la presidencia. En consecuencia, efectúa resulta indispensable que –cuantas veces sea necesario– él y su esposa esclarezcan todo lo referido a sus ingresos personales, por respeto a lo que podría suceder dentro de la Casa de Pizarro.

Los entendidos dicen no haber delito por el hecho que dos empresas venezolanas envíen miles de dólares a la ciudadana Heredia, tampoco porque una firma arequipeña le pague –aún sin contrarrestar servicio alguno– asesorías por montos importantes. No obstante, no puede prescindirse en todo este tráfico de supuestos servicios de un mínimo sentido de responsabilidad ante el país. Hay un deber ético de transparencia, de vergüenza propia para quienes están en la cosa pública. Bastó que la ciudadana Heredia dijera: “está bien, no debo ni quiero engañar al pueblo, y deseo detallar todos los aspectos de mi vida que sean motivo de sospecha por posibles indicios de injerencia política o económica proveniente del extranjero o de terceros locales”. Lamentablemente ello no ha sucedido. Al contrario, ha procedido a dar nerviosos y desesperados manotazos para generar más confusión aún sobre las interrogantes que en este momento le formula la prensa independiente.

Pero hay una verdad que solo los pueblos entienden y la meditan: se ha desfigurado el aura popular del matrimonio Humala Heredia. Esos miles de dólares recibidos mes a mes no son un invento del periodismo. La población siente más bien que esta dupla ha intentado pasar hechos oscuros de contrabando, cuando junto a sus seguidores se rasgan las vestiduras hablando de sacrificio y lucha popular, mientras la ciudadanía comprueba que a ambos cónyuges les fascina vivir adornados de esos lujos de la “burguesía” que tanto demonizan. ¿O es que este matrimonio considera que la política es un jugoso negocio, mucho más para aquellos que llegan a ella de un momento a otro, sin biografía partidaria conocida, como out siders para tentar suerte en algún proceso electoral, como sucede con la familia Humala? No acostumbramos hacer leña del árbol caído. Por ello ni siquiera entraremos a enjuiciar el hilo conductor de esos fondos que conduce sin la menor duda a Caracas, como origen de la gran parte de ese financiamiento –vía consultorías o lo que fuere– de los cónyuges Humala Heredia.

EXPRESO

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