14.5.09

El padre Alberto y los conflictos sociales

Por: Beatriz Boza

El escándalo generado por la revelación del padre Alberto Cutié de haberse enamorado, y que bajo la sotana hay un hombre de carne y hueso, se suma a la alegada paternidad del presidente Fernando Lugo de Paraguay, un ex obispo que renunció al sacerdocio para postular a la presidencia y que ha reconocido esa paternidad. Estos casos han puesto nuevamente en debate el celibato en la Iglesia Católica. Más allá de opciones religiosas y preferencias sexuales de cada uno, que nuestra Constitución garantiza de manera libre e irrestricta, de si es necesario “humanizar” la vida sacerdotal, como sostienen algunos, o de si existen al interior de la Iglesia mecanismos eficaces que permitan a sus miembros ventilar sus inquietudes y propuestas, el tema trasciende a Cutié y Lugo, y nos plantea un dilema cercano a nuestra realidad. ¿Cómo así?

Los sacerdotes, qué duda cabe, son por encima de todo personas como cualquiera de nosotros. Y, como nosotros, son libres de decidir qué hacer con sus vidas y de cambiar de opinión. Eso no está y no puede estar en juego porque es un derecho fundamental. Lo que está en el tapete es el valor que le damos como sociedad a la palabra empeñada, a los compromisos asumidos, a los acuerdos firmados. Por ser de carne y hueso podemos querer, ilusionarnos, dejarnos llevar por nuestros instintos, equivocarnos, pecar y reincidir; pero también podemos ser consecuentes con las decisiones que libremente hemos tomado, honrar los compromisos y asumir la responsabilidad del ejercicio de nuestra libertad. Es precisamente esa condición humana la que nos permite ser consecuentes con nuestras propias opciones; precisamente porque soy libre es que puedo comprometerme. La vida en sociedad, los negocios, el deporte y la política requieren que seamos libres y que ejerzamos nuestra libertad para que los pactos, las reglas y la autoridad funcionen.

Hoy en el Perú el incumplimiento de compromisos no solo tiene consecuencias en materia judicial o de negocios, sino también en la política y lo social. Más de 20 conflictos sociales activos este año tienen como causa un compromiso incumplido (frente a 4 en el 2004), lo que genera desconfianza y pérdida de credibilidad en el otro. Si queremos que el orden y la paz imperen debemos honrar los compromisos.

Creer que por ser humanos somos libres de incumplir compromisos y crear nuestras propias reglas es usar nuestra condición humana como excusa y someter nuestra libertad a la ley de la selva.

EL COMERCIO

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