11.5.09

Las tareas pendientes para reducir la pobreza

Nuestro Diario ha informado que el 18,5% de los limeños es pobre. El índice es bajo si se lo compara con el nivel de pobreza en el resto del país, que afecta principalmente al 39% de la población y a los departamentos de la sierra rural, como reveló la última Encuesta Nacional de Hogares.

¿Pero podemos quedarnos tranquilos? La respuesta es negativa y, por eso, tienen razón los expertos cuando solicitan al Gobierno no descuidar la situación de bienestar en Lima y también en otras áreas urbanas. Según el último censo del 2007, las familias vieron muchas de sus necesidades más básicas satisfechas, aunque ello no implica que las hayan resuelto definitivamente. Basta tomar conciencia del monto de la canasta alimentaria básica: 229 soles para ser considerado pobre y 121 soles ser reconocidos como pobre extremo.

Se trata, pues, de sumas irrisorias y dramáticamente insuficientes para poder sobrevivir hoy en Lima, sobre todo en una coyuntura incierta como la que estamos atravesando, producto de la crisis financiera internacional y sus coletazos, que en el país podría ocasionar un retroceso en los logros alcanzados hasta la fecha en la reducción de la pobreza.

Atender las exigencias del desempleo es la primera urgencia nacional. Si bien el presidente de la Confiep, Ricardo Briceño, es optimista y ha expresado en entrevista con El Comercio que confía en que no habrá más despidos, será necesario observar los impactos que eso ya ha comenzado a producir en los sectores afectados, como aquellos dependientes de la exportación, las industrias manufactureras, las confecciones, entre otros.

Una solución propuesta es efectivamente dinamizar los sectores intensivos de empleo, como las pymes, o intensificar el apoyo de la fuerza laboral joven, a través de medidas diversas que van desde otorgar incentivos a las empresas públicas o privadas que capaciten y apoyen a esos trabajadores, hasta redireccionar los programas de fomento del empleo, como Pro Joven.

El otro filón se halla en el repotenciamiento de los distintos programas sociales, más aun cuando lo que se busca es socorrer a aquellas familias donde el jefe del hogar ha perdido el trabajo y la calidad de vida del resto de los miembros comienza a mermar calamitosamente. Hoy resulta inconcebible que en Lima existan aún asentamientos humanos sin redes de agua potable y desagüe, sin colegios ni centros de salud que ofrezcan servicios que son indispensables, acordes a los bolsillos de esos sectores excluidos.

Igual de criticable es que, como informa hoy nuestro Diario, un programa exitoso en el pasado como el Vaso de Leche no cumpla sus metas ni favorezca a los verdaderos beneficiarios.

Como señalamos en nuestras Propuestas para una Agenda de Gobierno 2006, las soluciones no se encuentran en el asistencialismo estatal, sino en la aplicación de políticas que fomenten el desarrollo sostenible del país. Tampoco se trata de subsidiar permanentemente ni de manera politizada, para favorecer a sectores vinculados al Gobierno. Lo que se necesita es aplicar esquemas de ayuda social, bien administrados y vinculados con la promoción de las familias de escasos recursos.

EL COMERCIO

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