1.8.09

Cuidemos el destino histórico del Perú

Por: Hugo Guerra

Atento lector, un aspecto especialmente destacable del mensaje presidencial del 28 de julio ha sido que por fin parece estarse cobrando conciencia sobre la urgencia de reforzar la seguridad y la defensa nacional.

Como bien ha dicho el mandatario, en la globalización no puede distinguirse artificialmente entre frente interno y frente externo al analizar las amenazas que se proyectan contra la estabilidad democrática y la soberanía de nuestra patria.

Es cierto que por desgracia más de 32% de compatriotas, sobre un total de casi 30 millones, todavía se debate en la pobreza. Por tanto, nuestra primera línea de seguridad interior debe ser desactivar las tensiones sociales a través del diálogo sistematizado y la inclusión efectiva de todos los peruanos. Para eso necesitamos precisar mejor los grandes objetivos nacionales del Perú para el siglo XXI y avanzar en la reforma del Estado anacrónico, invirtiendo ingentes recursos para que las promesas de la modernidad no se conviertan en demagogia.

En la antesala del bicentenario de la independencia, nuestra seguridad exige también preservar el orden de la república unitaria. Reconozcamos, claro, la pluriculturalidad de los habitantes, pero repudiemos falacias como la supuesta existencia dentro de nuestro territorio de “naciones” diferentes a la peruana. Somos síntesis de un larguísimo proceso de mestizaje enriquecedor y eso es lo único que debemos defender.

Estemos alerta: el discurso disociador neomarxista, neoindigenista y seudonacionalista de los enemigos internos y externos usa exactamente la miseria y el desconcierto sobre la identidad nacional como pretextos para atentar contra ese “destino histórico” del Perú que nos planteó Basadre como reto y posibilidad.

El presidente García ha hecho bien, entre tanto, en advertir que quien pretenda atacar a nuestro país se llevará una tremenda sorpresa.

Todavía estamos reconstruyendo nuestras FF.AA.; recién se están haciendo adquisiciones para recuperar una elemental capacidad disuasiva frente al pedante vecino del sur; pero confiamos en que ya en setiembre veremos algunos elementos nuevos que seguramente darán correlato práctico a las palabras presidenciales.

Cuidado, no pequemos de optimismo ingenuo, pero tampoco sigamos con el pesimismo enfermizo de imaginar que estamos totalmente indefensos. Aboquémonos, más bien, a potenciar el orgullo institucional, espíritu de lucha y ánimo combativo de nuestros marinos, aviadores, soldados y policías. En lo político combatamos el ensañamiento y mezquindad de quienes no aceptan que nuestras tropas salvaron a la patria en el momento más aciago del siglo XX, cuando hubo que enfrentar al terrorismo genocida. En lo jurídico-legislativo, dotemos a militares y policías de un marco regulatorio que les permita intervenir en las tareas de seguridad interna sin la amenaza de procesos deshonrosos ulteriores sobre la base de un errado entendimiento de lo que son los derechos humanos. Y en lo material persistamos en una lista mínima: devolver operatividad razonable a los institutos armados; aprobar un canon permanente dedicado a la defensa; potenciar la jerarquía al mando del Comando Conjunto; asegurar una solución estable para la Caja de Pensiones Militar-Policial; y devolver rangos salariales decentes a nuestros oficiales y subalternos.

EL COMERCIO

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