24.8.09

La necesaria cultura política

REACCIONES DE LA EDAD DE PIEDRA

Por: Ernesto Velit Analista politico

La propuesta de Lourdes Flores de formar un bloque político con otras organizaciones y el anuncio de la posible candidatura presidencial de Yehude Simon causan tal agitación en el avispero electoral que más parecía reacción de pánico que de sorpresa. Las declaraciones en contra de estas todavía lejanas sugestiones, algunas próximas a la ofensa personal, parecen mostrarnos cuán largo es todavía el camino que, en política, nos queda por recorrer.

Aparentemente, en este rubro de la cultura política, es poco lo que nuestra democracia ha ayudado. Aunque sabemos que democracia y cultura política se retroalimentan y que el progreso de ambas es lo que permite calificar el nivel de avance de las sociedades.

“La cultura cívica —dice Max Weber— es representada como la forma suprema de la cultura política”. La praxis política nos enseña a desplazarnos entre el exceso y la indiferencia, políticamente hablando, y entre ellos la participación activa de los ciudadanos resulta una medida de los niveles alcanzados por nuestra cultura cívica. Y cuando hablamos de participación, lo decimos en el entendido de que esta no será caótica y espontánea sino orientada por una institucionalidad racional y coherente.

Si hay algo que ha retrasado nuestro avance en estos campos, creemos que es el hecho de que pocas organizaciones políticas han accedido democráticamente al poder a lo largo de nuestra vida republicana. Y eso no nos ha permitido construir consensos y menos que se escuche la voz de las minorías.

Nuestro aprendizaje ha sido penoso, nuestra cultura política ha avanzado errática, y los valores y códigos no han logrado internalizarse entre nosotros, consecuencia de ello es que no se han desarrollado lazos de unión que fortalezcan los procesos políticos.

Al final de estas reflexiones, seguramente vamos a concluir que todo pasa por los sistemas de educación, que a mejor educación mayor participación política y más confianza en los procedimientos de socialización. Fácil es deducir que a nada de esto han contribuido los sucesivos gobiernos ni mucho menos los partidos políticos de ayer y hoy.

La proliferación de movimientos sociales, sobre todo cuando se acercan fechas electorales, son ocasión propicia para instruir sobre otra visión del mundo, ajena a lealtades y convicciones políticas, y para influir sobre sus discursos, sus códigos, sus valores culturales. En resumen, sobre sus formas de interpretar la realidad.

Deberíamos aprovechar los escenarios que se perfilan en las elecciones cercanas, junto con los medios para instruir en esta dirección, para educar en cómo defenderse de la alienación y de las tendencias dominantes del poder. El rol de los sistemas de información es irreemplazable en esta tarea, y por ese camino llegarán las respuestas a los problemas del país y de la sociedad.

Construir políticas sociales, entre nosotros, es asunto todavía pendiente, forma parte de un proyecto cultural aún en veremos, y mientras estos vacíos no se llenen, seguiremos viviendo entre el orden y el conflicto, entre la paz transitoria y la violencia sostenible. Ambivalencia crucial para nuestra democracia.

Los países avanzan cuando, a partir de sus propias contradicciones, construyen su transformación institucional, cuando actúan sin considerar las incongruencias de las encuestas, cuando la elección de sus autoridades es el resultado de un proceso de reflexión.

Nuestras esperanzas y posibilidades crecerán, en la medida en que califiquemos las reacciones a las propuestas de Lourdes y Yehude como pertenecientes a la edad de piedra.

EL COMERCIO

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