18.6.09

Mientras tanto en Puno...

Mientras el país está preocupado con la tragedia de Bagua, mientras los medios discuten el futuro político de 'Meche’ Cabanillas, así como del resto del gabinete, incluso mientras la población de Lima ve preocupada cómo aumenta el número de casos de la 'gripe porcina’, en Puno el frío sigue matando niños a diario. Este año ya van 46 fallecidos, casi el doble de los que había a esta misma altura el año pasado. Todos los años ocurre esta creciente desgracia y todos los años el Estado demuestra su incapacidad para atender a los más necesitados.

Al menos en esta ocasión, la indignación pública ante tan atroz e innecesaria pérdida se ha traducido en una magnífica cruzada ciudadana. Así, hemos visto a Beto Ortiz distribuyendo ropa y frazadas en una jornada de solidaridad, con niños que no cabían en su alegría y con los habitantes mayores de esas comunidades recuperando la fe en el prójimo gracias a esos generosos actos.

Sin embargo, cuando uno veía, la otra noche por la televisión, esas escenas de alegría, se terminaba preguntando indignado cómo puede ser que un esfuerzo privado hecho por voluntarios en sus ratos libres logra en pocos días tan buen resultado, mientras que el Estado, que no tiene otra cosa que hacer más que evitar que se produzcan estas desgracias, no logra nada en años.

¿Por qué Beto Ortiz puede llevar esperanza a esos niños y no pueden hacer lo mismo ni el ministro de Salud ni el presidente regional de Puno? ¿Qué han hecho para salvar la vida de esos niños tanto la actual como la anterior ministra de la Mujer? ¿Qué función cumplen los miles de funcionarios que cobran sus salarios puntualmente en los programas sociales? ¿Dónde están las decenas de miles de empleados, a nivel municipal, regional o del gobierno central, que existen en la planilla pública, pero que parecen fantasmas en la práctica por su eterna ausencia cuando son realmente requeridos?

Mucho se habla de la falta de Estado, como si multiplicar los presupuestos fuera la varita mágica. Sin embargo, en Puno y en Lima hay recursos y sobran burócratas; pero, como no existe voluntad de servicio, los niños se siguen muriendo ya que nadie hace nada. Esta recurrente tragedia nos recuerda a los peruanos que debemos trabajar una buena parte de nuestra vida solo para pagar impuestos y financiar a un enorme aparato estatal que no nos da nada a cambio.

PERU 21

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