Por: Abelardo Sánchez L
La solidez de Claudia Llosa está en que tiene una propuesta estética: construye un universo artístico, propone una visión del mundo y recrea la noción de belleza. Impone un ritmo pausado, privilegia los símbolos, se detiene en los detalles y asume la trama narrativa como un lento deshilvanar de emociones reprimidas. En sus dos películas recorre el mismo sendero. Hay un universo personal y se inicia en la línea de directores con voz propia: Fellini, Bergman o Kusturica.
Una propuesta ordena a la crítica y profundiza la discusión: nos puede gustar, podemos tener reparos, coincidir o no con nuestra propia visión de la vida y del arte. La propuesta de Claudia Llosa es sofisticada, no corresponde al cine comercial, no busca el aplauso ligero y su lugar natural es el cine club. Toda obra se ofrece al público, con quien entabla una conversación, y la crítica establece si el producto plasma el propósito que perseguía.
En el extremo opuesto encontramos el programa televisivo “Al fondo hay sitio” e imagino que se trata de un formato trabajado mil veces, hasta el infinito, acorde a un gusto fácil, guiado por el ráting y el focus group. Obedece, sin duda, a un formato domesticado, que recurre a la caricatura, al estereotipo y a todo aquello que se denomina el amorfo mundo popular. Su lugar natural es la televisión. Y si al fondo hay sitio es una expresión que alude a la cultura sardina del transporte público, este fin de semana llegó a su clímax y ningún aficionado al fútbol se libró de su pegajosa publicidad que interfería con el desarrollo de los diversos partidos de las eliminatorias.
“Al fondo hay sitio” tiene una propuesta banal, pero la tiene. Sin embargo, soportar machaconamente esa publicidad se convirtió en un anticipo de lo que sucedería en el Perú-Chile: José del Solar no tiene una propuesta definida, elaborada y trabajada, y nada podía hacer para no sucumbir ante la afiatada máquina chilena. La selección peruana es una chanfainita pavorosa, un caos, tiene un parecido con la idiosincrasia nacional cuando nos trepamos a un vehículo público o privado. El orden, la estrategia y la táctica de Chile fueron un escollo insuperable para la improvisación peruana. Entonces, malhumorado, al ritmo meloso de la tonada de “Al fondo hay sitio”, decidí apagar el televisor. Chemo del Solar, de tenerla, tiene una propuesta trillada. Lejos, por cierto, de ser artística, seria y novedosa.
EL COMERCIO
La solidez de Claudia Llosa está en que tiene una propuesta estética: construye un universo artístico, propone una visión del mundo y recrea la noción de belleza. Impone un ritmo pausado, privilegia los símbolos, se detiene en los detalles y asume la trama narrativa como un lento deshilvanar de emociones reprimidas. En sus dos películas recorre el mismo sendero. Hay un universo personal y se inicia en la línea de directores con voz propia: Fellini, Bergman o Kusturica.
Una propuesta ordena a la crítica y profundiza la discusión: nos puede gustar, podemos tener reparos, coincidir o no con nuestra propia visión de la vida y del arte. La propuesta de Claudia Llosa es sofisticada, no corresponde al cine comercial, no busca el aplauso ligero y su lugar natural es el cine club. Toda obra se ofrece al público, con quien entabla una conversación, y la crítica establece si el producto plasma el propósito que perseguía.
En el extremo opuesto encontramos el programa televisivo “Al fondo hay sitio” e imagino que se trata de un formato trabajado mil veces, hasta el infinito, acorde a un gusto fácil, guiado por el ráting y el focus group. Obedece, sin duda, a un formato domesticado, que recurre a la caricatura, al estereotipo y a todo aquello que se denomina el amorfo mundo popular. Su lugar natural es la televisión. Y si al fondo hay sitio es una expresión que alude a la cultura sardina del transporte público, este fin de semana llegó a su clímax y ningún aficionado al fútbol se libró de su pegajosa publicidad que interfería con el desarrollo de los diversos partidos de las eliminatorias.
“Al fondo hay sitio” tiene una propuesta banal, pero la tiene. Sin embargo, soportar machaconamente esa publicidad se convirtió en un anticipo de lo que sucedería en el Perú-Chile: José del Solar no tiene una propuesta definida, elaborada y trabajada, y nada podía hacer para no sucumbir ante la afiatada máquina chilena. La selección peruana es una chanfainita pavorosa, un caos, tiene un parecido con la idiosincrasia nacional cuando nos trepamos a un vehículo público o privado. El orden, la estrategia y la táctica de Chile fueron un escollo insuperable para la improvisación peruana. Entonces, malhumorado, al ritmo meloso de la tonada de “Al fondo hay sitio”, decidí apagar el televisor. Chemo del Solar, de tenerla, tiene una propuesta trillada. Lejos, por cierto, de ser artística, seria y novedosa.
EL COMERCIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario