27.10.09

Acho y Velasco

El TC anda de mal en peor. Ahora sugiere prohibir la "píldora del día siguiente". ¡Qué dirían sus miembros del estudio de los reputados académicos John Donohue y Steven Levitt, que han postulado que el crimen cayó en EE.UU. en los 90 por la legalización del aborto en los 70 (postura que pueden leer en el estudio The Impact of Legalized Abortion on Crime, pricetheory.uchicago.edu dentro de la senda de investigación que les marcó su mentor Gary Becker, el brillante e iconoclasta premio Nobel de Economía 1992!

- A la izquierda le fue mal este domingo en Uruguay. No sólo puede ser derrotada por la derecha en la segunda vuelta, sino que además perdió tanto la mayoría en el Legislativo como el referéndum para derogar la ley de amnistía que protege a los militares de juicios por la lucha antisubversiva de la década de los 70. ¡Vamos, Lacalle!

- Ante la llegada de la temporada taurina -frente a la cual soy indiferente, aunque me opongo a los prohibicionistas porque nadie debe imponer sus pareceres a los demás. Y me da risa escuchar a gente apoyar el aborto y después llorar por los toros-, me acuerdo de una célebre pifiadera que sufrió el dictador Velasco en Acho.

Era noviembre de 1971 y el tirano había acudido, vestido de civil, con su esposa, pues la corrida era a favor de las obras sociales que comandaba ésta. Según me cuentan, el cartel era de primera, con Ángel Teruel, Dominguín y rejoneadores. Velasco estaba rodeado de los "ALTECOS", como se les llamaba a los pitucos que lo adulaban y hacían labores de "soplonaje" entre su clase social. Como frecuentaban todo el rato a Velasco, que adoraba jugar "cachito" y ping-pong, les pusieron ese apodo por "almuerzo, té y comida". Para mala suerte del dictador, a uno de los rejoneadores se le ocurrió brindarle la faena y comenzó una silbatina espectacular, con harta mentada de madre y todo. Mientras su mujer clavaba de rabia el rejón en la barrera, el dictador ordenó a sus soplones que tomen fotos a los tendidos. Los abucheos duraron toda la corrida y Velasco se retiró muy enfadado.

La PIP se dedicó a llamar a sus instalaciones a todos aquellos que aparecían en las fotos con visos de estar gritando o buscaban intimidarlos para acusar a otros. Mi padre estuvo entre los afortunados convocados y me cuenta que las fotos habían sido ampliadas cual gigantografías. Los mandó a donde debería mandarlos y regresó a la casa. Por supuesto que la dictadura le atribuyó la pifiadera a los pitucos (éstos y los apristas eran sus chivos expiatorios favoritos), cuando Acho en esa época era una fiesta mucho más popular que hoy en día, en que se ha vuelto un espectáculo elitista, muy caro y en donde la mayoría que va no conoce de tauromaquia sino que acude por novelería, exotismo y exhibicionismo. Evidentemente, Acho no estaba llena de pitucos, pero aquel fue el argumento del régimen. Es que Velasco nunca fue popular, salvo el breve lapso de la toma de Talara y la dación de la Reforma Agraria (1968-1969). Era antipático, vulgar y pésimo orador. Por eso sus seguidores fracasaron con el PSR, que debió ser su partido heredero. Es cierto que mucha gente acompañó su ataúd, pero fue más por curiosidad en una Lima donde no había tanto que hacer como ahora y apenas se veían actos políticos públicos. Nadie salió a protestar o a defenderlo cuando Morales Bermúdez le dio el golpe de agosto de 1975. Nunca fue querido y Acho reflejó eso.


CORREO

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