15.10.09

Licencia para matar

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Si de veras queremos entender la arremetida progre a favor del aborto en nuestro país, debemos retroceder a inicios de este año, a la Casa Blanca. Apenas tres días después de ser investido como presidente de los EEUU, Barack Obama anuló una reglamentación que prohibía financiar con fondos públicos a organizaciones que practiquen o faciliten el aborto en el exterior.
La medida fue instituida por Ronald Reagan (republicano) en 1984, Bill Clinton (demócrata) la derogó en 1993 y George W. Bush (republicano) la reinstauró en 2001. Para que no queden dudas de su posición, Obama (demócrata) la volvió a derogar en el 36 aniversario del fallo de la Corte Suprema Roe versus Wade, que legalizó el aborto en Estados Unidos.

O sea que a estas alturas, millones de dólares de los contribuyentes gringos han llegado, a través de Washington, a las arcas de oenegés con nombres tan inofensivos como “Centro de Derechos Reproductivos” (los caviares son maestros en el uso de la neolengua orwelliana) para solventar en el Perú una campaña infame. Porque hay que decirlo con todas sus letras: se intenta legalizar asesinatos masivos en nombre de la “igualdad de la mujer”.


Pero, claro, en estos tiempos de corrección política, el aborto es una “opción”. Igual que la homosexualidad. No nos sorprendería que con el correr de unos pocos años la paidofilia sea considerada también una “opción”. (De hecho, en algunos países europeos la edad del consentimiento se ha bajado tanto que el pedófilo cuenta con amparo legal para perpetrar ese crimen inmundo).

De modo que la batalla contra el aborto tiene que darse en el terreno político. No en el científico ni en el religioso, ya que eso nos distrae del asunto de fondo. Porque quienes promueven la muerte de millones de seres indefensos forman parte de una corriente “progresista” cuyo objetivo es erosionar las bases económicas y morales de Occidente.

Debemos enfrentar esta aberración conceptual y desenmascarar a quienes sueñan con una sociedad en la que propiedad privada y familia acaben siendo piezas de museo. ¡Cruel paradoja que el soporte financiero a esta quinta columna provenga de la cuna del capitalismo y la ética protestante!


LA RAZON

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