15.10.09

La nueva ruta de la izquierda

A PROPÓSITO DE LAS NUEVAS CANDIDATURAS

Por: Ernesto Velit Granda Analista político

Aún cuando está en su etapa inicial, la movilización política camino a las próximas elecciones parece haber resultado traumática para los partidos.

Como parte de ella, hay denuncias, cambios de ubicación, transfuguismo y violencia contra la ética fundamental. Todo esto tiene un claro sentido de acomodo, de aseguramiento reeleccionista y de garantías de impunidad ante actitudes irregulares cometidas en el uso del poder.

En el caso particular de la izquierda peruana, motivo de nuestra reflexión, la desorientación y la mala memoria parecen acompañarla.

En las elecciones generales del 2006, el tratamiento que le dio la ciudadanía fue catastrófico, sus múltiples candidaturas se repartieron un dígito que no alcanzó para todos y pareciera, como van las cosas, que va camino a repetir la experiencia.

Los sectores populares dan la impresión de estar condenados a no ser representados, la izquierda no tiene capacidad para ofrecer una opción de país, no obstante que, como dice Carlos Fuentes, “la izquierda es el espacio político en el que los más débiles de la sociedad y del mercado pueden combatir y negociar sus conquistas”.

El fracaso de un proyecto que colocaba los derechos del hombre suplantados por los derechos del mercado debió ser campo propicio para que la izquierda peruana, superando estériles caudillismos y tesis trasnochadas, propusiera un modelo de crecimiento en igualdad principalmente para los sectores a los que pretende conducir.

Apostar por una izquierda democrática, como proyecto de socialismo moderno y como actor histórico, exige una estructura nueva de partido que bien podría inspirarse en los movimientos socialistas democráticos europeos, pluralistas y con identidad renovada.

Ello exige líderes con visión de futuro y comprometidos con los cambios sociales, alejados de las ideologías de corsé que dificultan acuerdos, que promuevan el diálogo y rechacen lo que suene a corrupción y dictadura.

La izquierda necesita afirmarse en lo que es y, sobre todo, en lo que quiere ser, dejando de añorar lo que nunca fue.

Nuestra cultura política precaria favorece la aparición de contradicciones, origina ausencias éticas y morales, y termina haciendo del ejercicio político un refugio de mediocridad. Por eso la soberbia mostrada en las conductas distorsionadas de quienes ejercen el poder.

La izquierda necesita convencer con un proyecto político que convoque, a menudo sus propuestas resultan contrarias a los intereses populares y, en ocasiones, por promover la violencia creyéndola sinónimo de justicia termina desencadenando represiones contra las mayorías.

Hoy el interés de la sociedad camina en apoyo de quien le ofrece soluciones a sus necesidades fundamentales, y por ello las alternativas políticas deben alejarse de las utopías que desalientan al pueblo. Las experiencias de la historia nos enseñan los riesgos de vivir en países donde los códigos y convenciones, de derecha e izquierda, han fracasado.

Al final, es el bienestar común a lo que aspiran los pueblos, es la justicia y la equidad el norte de sus exigencias, es definir un tipo de nación que convoque el compromiso de todos en el que todos participen y es exigir que se cumpla la palabra empeñada.

Este horizonte requiere una izquierda con voluntad de cambio, que rompa sus cadenas ideológicas y ponga sus esfuerzos y liderazgo al servicio de intereses populares. Hay que recuperar lo que se tuvo, responder a las exigencias de unidad y enterrar mezquindades divisionistas.

Se necesita una izquierda con más ejes, más universal, con nuevas caras y sin confusión ni oscuridad en el discurso. Las lealtades y principios no se someten a la economía de mercado.

EL COMERCIO

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