28.10.09

La Sunat y la urgente reingeniería del fútbol

La denuncia, por defraudación tributaria, de la Sunat contra un grupo de directivos del club Universitario de Deportes ha devuelto al debate público un tema recurrente: el caos que caracteriza al fútbol peruano y la urgente necesidad de buscar salidas a esta grave crisis, ya crónica, salpicada de fracasos y escándalos.

No se trata solo de constatar, con vergüenza, que estamos a la zaga en el ránking continental entre selecciones de mayores, como se ha visto en las eliminatorias al Mundial, sino de comprobar cómo ningún dirigente de la Federación Peruana de Fútbol ni de los clubes ha hecho mea culpa ante la afición tan engañada y decepcionada. Así, estamos mal de los pies, pero sobre todo de la cabeza.

Es decir, pretenden seguir con el statu quo de cúpulas y amiguismo, que es solo la fachada de un sistema de argollas y corrupción que mueve mucho dinero, pero no rinde cuentas a nadie y juega con los sentimientos de millones de aficionados.

En este entramado sombrío la intervención de la Sunat es solo un intento de denunciar un hecho que raya en lo delictivo y deslindar responsabilidades. Mas el problema no se circunscribe a un club. Es más, se sabe de otros que tienen también grandes deudas tributarias acumuladas, sin que nadie explique cómo se llegó a dichos montos ni por qué.

Es este secretismo el que hay que erradicar para empezar a cambiar el fútbol peruano. Y para ello es imprescindible —como se ha hecho en otros países— impulsar el ordenamiento y la formalización de las instituciones del fútbol peruano, con directivas legítimamente elegidas y que cumplan sus obligaciones.

Una opción interesante sería convertir a los clubes en sociedades anónimas, lo cual tiene la ventaja de ordenar la afiliación de socios, pero también de obligar a las directivas a darles cuenta de sus acciones de modo periódico. En lo económico y comercial, se ha comprobado también las ventajas de este sistema para convocar aportantes y hacer mejores contratos publicitarios.

Esta es solo una alternativa para aquellos que estén preparados para afrontarla, pero debe haber otras. De lo que se trata, finalmente, es de incluir criterios de gerencia y profesionalización en un deporte que, en nuestro país, ha sido manejado de modo arbitrario y caudillista, con desastrosos resultados.

Cambiar esto demanda no solo una renovación dirigencial, que debe ser empujada por los propios aficionados, sino también una acción reguladora de los poderes públicos para elaborar un marco legal que priorice la participación y la transparencia.

Como lo hemos dicho ya, no podemos vivir bajo los chantajes de la FIFA ni soportando los enjuagues sombríos de dirigencias enquistadas que deben ser para reemplazarlas por peruanos con ética, vocación de servicio y real entusiasmo deportivo.

En tal contexto, las propuestas para formalizar y ordenar a los clubes e instituciones del fútbol deben ser debatidas seriamente. Todo ello sin perder de vista dos cosas: que hay otros deportes, como el vóley, que merecen apoyo permanente; y que el deporte debe ser, antes que nada, un instrumento de formación y entretenimiento (con los semilleros) y no un medio de pillería para unos cuantos.

EL COMERCIO

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